Antes de nada decir que sí, existen muchos políticos que ejercen su «profesión» de manera honrada, y entre otras buenas cualidades que tienen están la vocación y la pasión, el ser responsables y ponerse al servicio de los demás. Dicho esto, y en los tiempos que corren, permitidme que haga una excepción en el blog y me desahogue como un adolescente mosqueado.
«Queridos papás, pienso que existe un problema de actores en la función de la democracia española: unos, muchos, que viven de la política; otros, pocos, que viven para hacer política, pues yo, cuando sea mayor, quiero ser de los segundos porque…
…cuando sea mayor no me dedicaré a insultar y echar bronca a los que no piensen como yo, hacerlo me desacreditaría y pondría en evidencia mis propias carencias. La charlatanería, confunde y manipula.
…cuando sea mayor me pondré a la altura de los demás para hablar y negociar.
…cuando sea mayor reconoceré mis propias limitaciones y meditaré mis decisiones, decidido, pero prudente.
…cuando sea mayor me rodearé de los mejores, seré astuto, persuadiré, sí, pero razonablemente.
…cuando sea mayor seré discreto, afable, cercano, sencillo en lo personal, pero brillante a la hora de buscar el bien común, no el personal.
…cuando sea mayor no utilizaré el miedo como argumento.
…cuando sea mayor no veré en el hecho de pactar una muestra de debilidad, sino una necesidad.
…cuando sea mayor no seré fanático ¡nada más peligroso!, y velaré por el interés general mirando al medio y largo plazo.
Sí, puede que actuando así no consiga necesariamente éxitos, pero sí, recibiré el reconocimiento de los buenos proyectos y las buenas acciones.
El concepto de «clase política» lo creó el sociólogo y senador italiano Gaetano Mosca a principios del siglo XX inspirado a su vez en Saint Simón, filósofo considerado como uno de lo padres de la sociología, quien concebía la existencia de dos clases durante toda la historia de la humanidad, la de una minoría dominante y la de una mayoría dirigida.
Todos hemos escuchado lo de si el político nace o se hace. Probablemente se hace, día a día, pero al igual que en otras profesiones como la de ser profesor o médico deben tener vocación, y mucha, al deber servir a los demás. Esto no quiere decir que puedan haber buenos políticos de «profesión» y no de vocación, pero, por favor, ¡que tengan esa «fibra» política tan necesaria!
Personalmente, y es mi humilde opinión, deberíamos hacer como muchos de los parlamentarios suizos que dedican gran parte de su semana laboral a la política pero siguen manteniendo un pie en el «mundo real». Ninguno de ellos viven de la política, no reciben ningún sueldo y solo se les proporcionan dietas por la asistencia a las sesiones -excepto los ministros-. Estos políticos tienen su propio trabajo y de eso viven. Uno de los requisitos más importantes para dedicarse a la política en Suiza es el de poseer un empleo previo y simultáneo a su actividad política. Vamos, «igualito» que en España y en otros países donde la mayoría viven de la política y no para la política, donde muchos acceden a ella tras una fracasada vida laboral (algunos incluso tras estar en el paro, y no, no diré ningún nombre).
Dedicarse a la política es un chollo, no requiere ningún título universitario, ni tan siquiera estudios, y en España, el artículo 11 de la Ley del Gobierno dice que basta con «ser español, mayor de edad (…), así como no estar inhabilitado para ejercer empleo o cargo público por sentencia judicial firme». No discutiré que cualquier persona pueda dedicarse a la política, el hecho de no poseer titulación alguna no es motivo para no hacerlo, pues solo basta la franca voluntad del servicio a tu prójimo, pero no estoy de acuerdo en que la política sea una profesión. Tú puedes ser mecánico, ingeniero, filósofo, peluquero o médico y ganarte la vida con tu profesión dedicando parte de tu tiempo semanal a ejercer de político. Llamadme iluso, pero es posible, y si no, que se lo pregunten a los suizos o islandeses.
Siendo los políticos imprescindibles para la sociedad debería preocuparnos que también se les consideren obstáculos para el bien común, la convivencia y el progreso de nuestra democracia. Las encuestas reflejan desde hace años esta preocupación, dos datos: ocho de cada diez españoles están descontentos con la política y el 80 % la califican mala/muy mala según una encuesta del CIS del 2016 (creo que ahora sería peor, si cabe). Nuestra democracia, ninguna «democracia», debería resultar tan insatisfactoria, ya que, según su definición, debe ser el poder del pueblo.
En fin, mamá y papá, cuando sea mayor no sé que seré, pero haga lo que haga sí sé que intentaré actuar honestamente y si alguna vez intento aprovecharme de los demás… ¡que la justicia caiga sobre mí!».
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