Esta imagen muestra un detalle de la fachada del Monasterio de San Juan de los Reyes en Toledo. Presenta unas cadenas que, si bien ocultan una de las muchas leyendas de esta ciudad históricamente rica, en este caso, la leyenda se convierte en realidad.
Toledo, conocida como «la ciudad de las tres culturas», es una ciudad situada en el centro de España, con una rica historia que se remonta a la época romana. La primera mención escrita sobre Toledo data del año 192 a. C. cuando Tito Livio la describe como «ciudad pequeña, pero bien fortificada». Fue la capital del reino visigodo en la península ibérica y posteriormente se convirtió en un importante centro de convivencia entre las culturas cristiana, musulmana y judía.
Durante la Edad Media, Toledo fue famosa por su producción de acero, tejidos y cerámica, y fue un importante centro de aprendizaje e intercambio cultural. La ciudad también albergó una floreciente comunidad judía, que contribuyó significativamente a su desarrollo cultural y económico.
Toledo es conocida por su notable arquitectura medieval, ejemplificada por la catedral gótica, el Alcázar y la sinagoga de Santa María la Blanca. Además, la ciudad conserva vestigios de su pasado romano, como el acueducto y el circo. Ahora centrémonos en el edificio que os quería presentar: el Monasterio de San Juan de los Reyes.
Este convento, donado a los frailes franciscanos observantes, fue erigido en estilo gótico-isabelino, también conocido como gótico toledano o hispano-flamenco (último periodo del gótico), para conmemorar la victoria de los Reyes Católicos sobre el rey Alfonso V de Portugal en la Batalla de Toro, en 1476, y que representó una gran victoria política para los Reyes Católicos, asegurando el trono en manos de Isabel y la unión de las coronas de Castilla y Aragón. También se pretendía que fuera un lugar de descanso eterno para Isabel y Fernando, pero finalmente Granada fue elegida por los monarcas para su sepultura debido al gran simbolismo de su última gran conquista.
La leyenda
Las paredes exteriores están adornadas con unas doscientas cadenas, una forma de simbolizar el triunfo del cristianismo contra el islam durante la Guerra de Granada (siglo XV) contra los musulmanes. El profesor de Historia Medieval de la Universidad de Málaga, Pablo Ortego Rico, publicó un artículo en la revista de Universidad Complutense en el que analiza las cuentas del tesorero de la reina Isabel I de Castilla correspondiente al año 1480. En un documento conservado en el Archivo General de Simancas, se reseña que ese año se pagó «181.160 maravedíes a ciertos guías encargados del transporte de la ‘cámara’ de la reina en todo el año con el traer de los hierros de los cautivos de Ronda al monasterio de San Juan de los Reyes de la ciudad de Toledo».
La toma de Ronda
El asedio liderado por las tropas del Marqués de Cádiz, Don Pedro Enríquez, tuvo lugar en la ciudad de Ronda, una de las ciudades más importantes del Reino Nazarí, y culminó con su captura el 22 de mayo de 1485. Al ingresar a la ciudad, las fuerzas cristianas descubrieron que la mayoría de los esclavos cristianos trabajaban en la Sala de la Noria, una sección de la mina secreta debajo del palacio real árabe de la ciudad. Esta mina se había construido para reforzar las defensas de la ciudad, aprovechando una fisura en el muro junto al río. Al excavar una galería para permitir la extracción de agua mediante una noria, se garantizaba el suministro a la población en caso de asedio. Tras caer derrotada Ronda, y tan sólo siete años después, tiene lugar la Toma de Granada.
Los esclavos eran responsables de operar la noria de agua, ya que la galería era demasiado estrecha para permitir el acceso de animales. Trabajaban muy duro y en condiciones deplorables.
La liberación de estos esclavos cristianos marcó un hito que los Reyes Católicos estaban ansiosos por capitalizar, financiando el transporte de sus cadenas a Toledo como un símbolo adicional de la conquista de los reinos musulmanes. Según la tradición, lo mismo ocurrió con los esclavos de Almería. Otros documentos indican que las cadenas fueron llevadas por los propios esclavos cristianos liberados, como muestra de gratitud a Dios y a su Reina.
No hay duda de que las cadenas fueron llevadas, aunque los más suspicaces afirman que las que cuelgan hoy no son las originales, ya que el edificio fue saqueado por las tropas de Napoleón. La única forma de confirmar su antigüedad puede ser a través del análisis de los metales, lo cual aún no se ha llevado a cabo.
La Casa de las Cadenas
Según el relato, uno de los cristianos liberados que regresó a Toledo exhibió las cadenas que lo habían mantenido cautivo. Al verlas, todos reconocieron el diseño y los sellos elaborados por un judío convertido en su taller dentro de la ciudad.
El herrero en cuestión era conocido por crear exquisitas herrerías nobles y el acero más prestigioso de Toledo, destinado a los caballeros que luchaban en la región sur de Castilla. Tenía su taller en el corazón del barrio judío, un poco más allá del Monasterio, en lo que ahora se conoce como La Casa de las Cadenas. Allí, trabajaba incansablemente el metal, y se dice que los vecinos observaban cómo salían carros cargados de pesadas cadenas hasta altas horas de la madrugada.
Los cristianos liberados quedaron impactados al descubrir que las pesadas cadenas que los ataban habían sido confeccionadas por ese judío avaricioso, quien las vendió a sus enemigos musulmanes. Ahora nos preguntamos qué habrá sido de él: ¿logró escapar o fue castigado?
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