(…) ni las plagas, ni la guerra, ni la viruela, ni enfermedades similares han producido resultados tan desastrosos para la Humanidad como el pernicioso hábito del onanismo (…) causante del cáncer de útero, enfermedades urinarias, impotencia, locura y debilidad mental y física
Dr. John Harvey Kellogg
No os asustéis, la «masturbación» no causa nada de eso, pero hay que recordar el contexto en el que se originó: la América del Norte a finales del siglo XIX. En esa época, la sociedad estaba dominada por el puritanismo religioso, y aunque pueda parecer increíble ahora, las ideas de Kellogg no eran tan extraordinarias. Todavía se recuerda la cruzada de Comstock contra los «preservativos» y la pornografía al fundar la Sociedad de Nueva York para la Supresión del Vicio, así como que hasta los años 40 el adulterio estaba castigado con cinco años de cárcel en varios estados.
En medio de este pensamiento, no es de extrañar que el Dr. Kellogg estuviera convencido de que la dieta típica estadounidense de cerdo, pan, pasteles, varios condimentos y tabaco llevaba al pecado y… ya sabes, a complacerse a uno mismo. De hecho, lo escribió en su libro «Plain Facts About Sexual Life» (1877). Quizás no era el tipo más relajado y saludable, pero llegar tan lejos como para eso…
Gran puritano, nunca ocultó que estuvo casado con su mujer durante cuarenta años y que no mantuvo ningún tipo de relación sexual, durmiendo siempre en camas separadas, eso sí, en la misma habitación. Por supuesto, no tuvieron hijos biológicos aunque criaron a más de cuarenta. Vaya, no se puede negar que no llevara sus ideas a la práctica, voluntad tenía el hombre.
Enemigo furioso del «auto-abuso» o «autocontaminación» – como él llamaba a la masturbación – dirigía el Sanatorio de Battle Creek siguiendo las reglas de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, utilizando enemas, dietas vegetarianas, ejercicios y su famoso desayuno de cereales.
Desarrolló una máquina que daba enemas con yogur para limpiar los intestinos y renovar la flora intestinal. Pero si no funcionaba, siempre culpaba al paciente, diciendo algo así como «seguro que se hace sus cositas en secreto».
Como decía antes, fue siempre activo en su lucha contra la masturbación, no librándose de ella ni los niños ni tampoco las mujeres. En sus publicaciones dejaba bien claro que había que circuncidar y sin anestesia a los niños pequeños, para que asociaran ese dolor a la idea de castigo, siendo lo mejor enhebrar un hilo de plata a través del prepucio para evitar la erección. Y para eliminar ese vicio solitario en las mujeres aconsejaba rociarse el clítoris con ácido para limitar esos impulsos sexuales. Por supuesto que conseguía eliminarlo ¡qué daño!
Fundó la empresa Corn Flake Company alrededor de 1897 junto a su hermano, pero luego cambiaron el nombre a Kellogg Company. Después tuvieron una disputa sobre si deberían añadir azúcar o no, lo que los llevó a dejar de hablarse, disolver la sociedad y convertirla en la Kellogg’s.
En resumen, el Dr. Kellogg pensaba que… bueno, que la autocomplacencia traía problemas como granos, problemas en los «bajos», temblores, debilidad, y un montón de otros males (un total de 39, al parecer). Aunque logró vender sus cereales, no logró su verdadero objetivo: que la gente fuera más puritana y casta, como él.
Por cierto, no te olvides de tomar tus cereales por la mañana. ¡Son súper importantes!
Para saber más
Archivo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día
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