¡Cuántas veces nos hemos acercado a una máquina expendedora, hemos echado una monedita y hemos sacado una golosina, un paquete de tabaco, un refresco o… vete tú a saber qué! En cualquier esquina, en el metro o en cualquier edificio encontramos máquinas más o menos sofisticadas disponibles las 24 horas del día a cualquier cliente que las necesite. Pero, ¿a quién se le ocurrió la idea de construir un artilugio así? Lejos de pensar que se trata de un invento moderno, tenemos que retroceder muchos siglos en el tiempo, en la antigua Grecia, para encontrar a su inventor, un sabio griego, Herón de Alejandría.
En la mitología más antigua, encontramos las primeras referencias a estos ingenios conocidos como autómatas. Según Homero, en la Ilíada, se relata cómo Hefesto sale cojeando «apoyado en dos estatuas de oro semejantes a jóvenes vivientes, pues tenían inteligencia, voz y fuerza, estando ejercitados en las obras propias de los dioses inmortales». También se menciona a Talos, el último de la raza de los hombres de bronce, quien impide que amarre en Creta Jasón y los argonautas que regresaban a Grecia tras conseguir el vellocino de oro. (Homero y Alcmeón, precursores de Hipócrates)
Hacia el año 270 a. C. Ctesibio de Alejandría emplearía por primera vez la fuerza del aire y del agua a presión, por lo que se le considera el inventor de la hidráulica. Estos conocimientos serían aprovechados por Herón en sus inventos, unos ingenios que causaban sorpresa y asombro a todo aquél que los observaba. Se dice de él que escribió el primer libro de robótica de la historia, Los autómatas.
El inventor de esta máquina tragaperras, precursora de los modelos actuales, merece ser mencionado. Su funcionamiento era extraordinariamente sencillo: al insertar una moneda en una ranura, se activaba un mecanismo que permitía la dispensación de agua para las abluciones. Al caer en una bandeja, la moneda accionaba una palanca que, a su vez, abría una válvula para dejar pasar el agua.
Herón es conocido principalmente como matemático (estudió las áreas de las superficies y los volúmenes de los cuerpos, entre otras muchas cosas) y describió de forma arcaica la ley de acción y reacción de Isaac Newton, pero sus invenciones eran lo que causaban admiración. Órganos hidráulicos, teatros móviles, puertas que al abrirse sonaban una trompeta, incluso puertas de apertura automática que se abrían o cerraban si se encendía o apagaba el fuego del altar del templo, y es que la electricidad no se había inventado todavía.
Todos estos inventos influirían siglos después en genios como al-Jazari, Leonardo da Vinci, Vaucanson, Turriano, Jacquet-Droz… que construirían otros singulares autómatas.
Durante la Revolución Industrial, el desarrollo y la comercialización de nuestras máquinas expendedoras particulares se expandieron significativamente.
- En 1880 aparecen en Londres las primeras, que vendían tarjetas postales.
- En 1888 se instalan máquinas dispensadoras de chicles (goma de mascar) en la calle y en los andenes del metro de New York.
- En 1902 se pone en funcionamiento en Philadelphia el primer restaurante que funcionaba exclusivamente con ellas (además con mucho éxito, todo hay que decirlo).
- En 1920 comienzan a venderse bebidas gaseosas.
- En 1926 se pone en funcionamiento la primera máquina de venta de cigarrillos (en este caso una lástima de invento).
- En 1946 la venta de café caliente se extiende por todo el mundo (este sí fue un gran ingenio)
- En 1960 además de pagar con monedas se introduce el pago con billetes.
¿Y qué nos deparará el futuro? Lo más probable es que en los próximos años seguiremos sorprendiéndonos aún más, no lo dudéis.
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