
Nuestro cuadro se sitúa probablemente de forma contemporánea al autor, a mediados del siglo XVII, en Andalucía, donde la peste asoló en 1649 a la mitad la población llevándose con ella a cuatro de los hijos del pintor. Es una de las primeras representaciones de golfillos urbanos del autor. Pinta un cántaro de barro y un cesto con manzanas. En el suelo vemos restos de crustáceos que por sí solos forman un bodegón. Barroco cien por cien, la escena se ilumina con claroscuros típicos de Caravaggio. Observar esa luz que entra de la ventana incidiendo en el cuerpo del chico y dejando en penumbra el resto de la habitación. Muestra con naturalismo los escasos recursos económicos de su protagonista al igual que la mayoría de la sociedad andaluza de la época.
Bartolomé Esteban Murillo (1617 -1682) es probablemente el pintor que mejor representa el Barroco español. Nació en Sevilla donde pasó la mayor parte de su vida. Su familia tuvo una holgada economía a pesar de tener catorce hijos, siendo su padre cirujano-barbero. Influenciado por pintores como Rubens y Van Dyck, es muy probable que se trasladara a Madrid conociendo allí a Velázquez.
Su obra va evolucionando a medida que transcurren los años. La luz y el color de sus primeros trabajos se sustituyen por un ambiente sombrío y lúgubre, influenciado por Zurbarán y Ribera. A partir de 1655 será de Rubens que adoptará sus transparencias y contraluces.
Funda en 1660 una Academia de Dibujo en Sevilla siendo requerido para numerosos encargos de los que destacan: las pinturas del retablo mayor y las capillas laterales de la iglesia de los capuchinos de Sevilla, las pinturas de la Sala Capitular de la catedral de la misma ciudad y el que se le considera uno de sus trabajos más interesantes, la decoración del templo del Hospital de la Caridad. Murillo alcanzó en vida gran popularidad y durante la posterior época del Romanticismo se hacen numerosas copias de sus cuadros, siendo vendidos como auténticos “Murillos”.
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