Sí, a pesar de la percepción común del Medievo, los jóvenes siempre han sido, son y seguirán siendo jóvenes. Y como tales, también encontraban maneras de disfrutar. En continuidad con este otro artículo que publiqué hace ya un tiempo El juego en la Antigua Roma, hoy exploraremos otros aspectos curiosos sobre el entretenimiento en la Edad Media.
En este extraordinario óleo creado por Pieter Brueghel el Viejo, se puede observar una auténtica celebración de la niñez. Los infantes, con sus semblantes risueños y rebosantes de vitalidad, se divierten y participan en una variedad de juegos y actividades. Esta pintura representa una genuina mirada al pasado, brindándonos un vistazo a la vida y las costumbres infantiles de esa época.
Es notable mencionar que esta pintura fue la primera de una serie incompleta que el artista denominó «Las edades del hombre». Brueghel se propuso representar y explorar minuciosamente las distintas etapas de la vida humana. No obstante, la serie no llegó a concluirse en su totalidad.
En cuanto al contexto histórico, es esencial considerar que la infancia no era un tema significativo en la historia del arte occidental hasta ese momento. Antes de Brueghel, había muy pocas representaciones de los niños y su vida cotidiana en las obras de los artistas anteriores.
La infancia en la Edad Media
Durante la Edad Media, la situación de los niños era extremadamente precaria. Abandono, maltrato y castigo eran tragedias comunes que les aguardaban. En este contexto, los niños eran considerados como mano de obra de bajo costo por sus propios padres, lo que agravaba aún más su vulnerabilidad.
Pese a la difícil realidad, se llevaron a cabo esfuerzos significativos para proteger y amparar a los niños huérfanos. Un ejemplo destacado de estos esfuerzos lo encontramos en la figura del rey Pedro V de Aragón. En el año 1337, durante el periodo medieval, Pedro V fundó uno de los primeros hospicios conocidos de la época, denominado «Pare d’òrfens» o «padre de los huérfanos».
El «Pare d’Òrfens» tenía como objetivo principal acoger y cuidar a los niños que habían quedado desamparados debido a diversas circunstancias, ya fuera por la pérdida de sus padres en la guerra, enfermedades o abandono. Aunque modesto comparado con los estándares actuales, este hospicio representó una luz en medio de la oscuridad para aquellos niños que no tenían a dónde acudir.
Al momento del nacimiento, la partera seguía las instrucciones del médico Bernardo Gordonio, quien en su obra Lilio de la medicina recomendaba el corte del cordón umbilical, la limpieza de los orificios y el baño del recién nacido. Posteriormente, se colocaba una bola de plomo en el ombligo y se lo envolvía cuidadosamente con fajas. Una de las razones para esta práctica era reducir el llanto del neonato al comprimir su torso. Los niños eran recibidos con mayor calidez y se les asignaba a las nodrizas más competentes, llegando éstas a percibir un salario anual de 20 florines en la Florencia del siglo XIV. En el caso de partos gemelares, se creía que un hijo era del esposo y el otro del amante, lo que podía generar complicaciones para la madre en el futuro.
La tasa de mortalidad infantil entre las familias reales en la Península Ibérica alcanzaba el 42 %. Se estima que, para la población en general, solo la mitad de los niños lograban sobrevivir durante su primer año de vida, y de ellos, un 85 % fallecía a causa de fiebres. Otros morían aplastados por sus madres o nodrizas con quienes compartían la cama, asfixiados por el peso de sus cuerpos, o eran sacrificados por ser considerados ilegítimos o deformes, ya que se creía que eran producto de los pecados de sus padres y se buscaba evitar la vergüenza pública. Como puede observarse, no se fomentaba un vínculo afectivo significativo con ellos, ya que pocos lograban alcanzar la vida adulta.
La edad mínima para contraer matrimonio en Castilla (España) era de catorce años para los varones y doce para las mujeres, aunque entre la nobleza castellana era común postergarla ligeramente.
¿Qué encontramos en el cuadro?
Aquí os dejo algunas muestras:
A pesar de que para numerosos niños, la niñez sencillamente no existió debido a las extenuantes y prolongadas jornadas laborales a las que se enfrentaban, otros tuvieron la oportunidad de deleitarse con juegos, bailes infantiles, canciones y fábulas, como las escritas por Esopo.
Si le echáis un vistazo al cuadro, veréis cómo desde pequeños ya se ve la diferencia en los roles de chicos y chicas. Ellas jugaban con muñecas imitando a sus madres, mientras que ellos preferían ser valientes guerreros. Los juguetes eran de mala calidad, y sólo los nobles podían comprar juguetes más sofisticados y caros para sus hijos. Por ejemplo, un caballito de madera encargado para el infante Juan de Aragón en 1352, ¡o los vestiditos, tocados y zapatos para las muñecas de las hijas de los Reyes Católicos! En 1528, un artesano de París recibió 40 libras por hacer un carro en miniatura tirado por dos caballos y guiado por un paje, y con dos muñecas vestidas lujosamente y un perro en su interior ¡para los hijos del rey Francisco I!
Se dice que desde el siglo XV ya se comenzaban a hacer muñecas, ¡de madera nada menos! Pero no fue hasta el principio del siglo XVI que empezaron a verse en serio.
La gallina ciega, la peonza, el churro, pares o nones… muchas de estas actividades son conocidas desde la época de la Antigua Roma o incluso antes. Os recomiendo el enlace sobre este cuadro que encontraréis al final del artículo, os sorprenderéis.
¿Y los adultos?
Pues, lejos de la idea aburrida y oscura que solemos tener de esa época, la gente rica se entretenía entrenando caballeros, yendo de caza y disfrutando de los torneos.
El «soule» era un juego muy popular en su época, en el que los participantes debían llevar una pelota al campo contrario, a menudo utilizando un palo curvado para impulsar la pelota. Algunos historiadores especulan que este juego pudo haber servido como antecedente del fútbol actual.
Otro juego era el Jeu de paume, de origen francés, en el que lanzaban una pelota con la palma de la mano. Se convirtió en el deporte rey entre los años 1250 y 1650.
Se encuentran referencias en algunas obras del rey Alfonso X en Castilla, y con el paso del tiempo sus reglas fueron evolucionando, asumiendo el uso de una especie de raquetas. ¿Antecedentes del tenis y el frontón?
Por supuesto, también jugaban a juegos de azar y de mesa, como los dados y las tabas. Además, se incluían juegos traídos de Oriente, como el ajedrez y las damas.
Un ensayo
La infancia a la sombra de las catedrales. VV.AA. Universidad de Zaragoza,2008.
Basado en un artículo de Pilar Cabanes. historiadora. N.G. Historia
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