Permitidme que os explique cómo en ocasiones los misterios en realidad no son lo que parece, ejemplo de ello lo encontramos en un museo del norte de Inglaterra en el que ya hace un tiempo se desveló un nuevo misterio relacionado con el antiguo Egipto. El Museo de Mánchester es una institución que se dedica a la investigación así como a la enseñanza y exposición pública. En los últimos años, el número de visitantes que acudían a las visitas guiadas que se realizaban se incrementó de manera considerable debido a la presencia de una «figurita» de no más de 25 cm. de altura.
Se trataba de una estatua egipcia del 1.800 a.C. que tenía estupefactos y perplejos a los expertos del museo. Aunque había permanecido expuesta durante los últimos 80 años entre otras momias, nunca había despertado mucho interés. No sería hasta hace poco más de un año que comenzaron las sorpresas coincidiendo con un cambio de ubicación, en la planta baja. El egiptólogo y conservador del museo, Campbell Price se dió cuenta un día que la estatuilla se daba la vuelta por completo y ella sola.
«De repente me di cuenta de que la estatua estaba dando la vuelta. Me pareció muy raro porque se encuentra en una vitrina y yo soy el único que tiene una llave. La puse en su posición original, pero al día siguiente se había movido de nuevo».
Para aumentar el misterio, la reliquia -tallada en una piedra verdosa muy dura denominada serpentina- representa un médium espiritual del alma de un funcionario llamado Neb-Senu. Era una ofrenda al dios egipcio Osiris y esto parecía ser algo del más allá, sobrenatural. Se barajaron toda clase de hipótesis. Incluso la reputada egiptóloga Anna Garnett lo atribuía a una «fuerza más allá de lo físico». Una teoría lo explicaba asociando el movimiento con las energías del antiguo Egipto: si la momia se destruye, la estatuilla puede actuar como recipiente alternativo para el espíritu. Rápidamente captó la atención de todo el mundo y, a raíz de una investigación promovida por una serie de televisión que investiga historias sin resolver, se propusieron descubrirlo. Primero se instalaron cámaras que enfocaban la vitrina de la estatua y pudieron comprobar que se movía en dirección contraria a las agujas del reloj, a veces lentamente y en otras, con más rapidez. Tras certificar que no era una farsa pues nadie se acercaba a la misma, decidieron proseguir. Se colocaron unos sensores debajo de la vitrina que detectarían la más mínima vibración y… ¡premio!
El especialista Steve Gosling siguió los movimientos de la figura durante 24 horas comprobando que por la noche no se detectaba ninguna vibración. Estas comenzaban a las siete de la mañana produciéndose un pico a las seis de la tarde. No tardaron en relacionarlas con el exterior. El tránsito de coches, las pisadas de los peatones que caminaban en las calles abarrotadas en las horas punta… eran los causantes. Mientras dormía la ciudad, la estatuilla no se movía pero, cuando despertaba, comenzaban las vibraciones y el movimiento de la misma. El Dr. Brian Cox lo explicó con la denominada «fricción diferencial» según la cuál, cuando dos superficies, la piedra de la estatuilla y el vidrio de la estantería donde se encuentra, entran en contacto, se produce una sutil vibración que produce su movimiento. Además, la forma convexa de la base de la estatua la hace más susceptible a las vibraciones que las que la tienen plana, hecho que justifica que las otras estatuillas permanecieran quietas.
El misterio quedaba resuelto. Uno más.
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