Vota a aquél que prometa menos. Será el que menos te decepcione.
Esta frase del financiero y filántropo estadounidense Bernard M. Baruch, quien fue también asesor político de los presidentes Roosevelt y Wilson, es en nuestros tiempos más actual que nunca. En los últimos años no dejamos de oír hasta la saciedad en los medios de comunicación a nuestros «queridos» ¿representantes? políticos: que si hay que cambiar esto, que si con nosotros saldremos de la crisis, que si… Las personas están cansadas y decepcionadas de las promesas no cumplidas e incluso las hay que dicen que ir a votar, ese derecho y obligación de todo ciudadano, no es más que una estafa, un engaño para conseguir tu voto y en muchas ocasiones manipularlo cambiándolo como si fuera un cromo repetido con otros partidos y personas a las que no has dado tu confianza. Bueno, esto es en teoría la democracia. Pero no, no voy a hacer ninguna disertación política ni voy a echar más leña al fuego aunque si me lo permitís me gustaría acercaros un pequeño oasis en este árido desierto.
Todos sabéis que la democracia nació en la antigua Grecia y las poleis eran comunidades políticas (ciudadanas), con leyes e instituciones propias, donde los habitantes participaban activamente. No en vano Aristóteles dijo que «el hombre es un animal político», siendo estas ciudades para los griegos lo que distinguía al hombre civilizado del que no lo era.
Ese respeto a las leyes era fundamental para logar la estabilidad social y para los griegos un Estado libre era el que la soberanía recaía en la ley y no en el gobernante. Encontramos muestras de obediencia a ella en la muerte de Sócrates, que prefirió dar ejemplo de respeto con su injusta muerte, y en otro personaje no tan conocido pero que tiene el honor de ser uno de los políticos más íntegros que ha tenido la Historia, Zaleuco de Locri, un legislador griego del siglo VII a. C. que nació en el seno de una noble familia de la colonia griega de Locros Epicefirios, en Magna Grecia. Se le atribuye el Código Locrio, el primer código de leyes escrito de la civilización griega, mencionadas siglos después por Aristóteles, Diodoro Sículo, Cicerón, Eusebio de Cesarea y Estobeo.
Por desgracia, solo se conservan 14 fragmentos de los que aquí reproduzco algunos:
- Condénese a muerte al enfermo que hubiese bebido vino contra la prohibición del médico.
- Prohíbase emprender juicio entre dos partes si antes no se ha intentado la reconciliación.
- Impídase la venta de comestibles por otros que no sean sus productores.
- Condénese a muerte al ladrón.
- El que proponga a la asamblea una reforma o sustitución de una ley vigente, debe llevar una soga al cuello, preparada para ahorcarle si la propuesta no se aprueba.
Podrían parecernos exageradas pero eran iguales para todos, recayendo la soberanía en la ley y no en el gobernante, siendo además un código escrito que entre otras cosas prohibía la esclavitud y favorecía la igualdad de la mujer (al menos era un inicio).
Aunque su figura está rodeada de un cierto halo mítico -como tantas otras- se cuenta una anécdota de él que muestra su integridad como ciudadano y político: en una ocasión su hijo fue acusado y hallado culpable de adulterio, siendo condenado a que se le arrancaran los dos ojos; hoy lo más probable es que cualquiera de nuestros políticos ocultaran el delito, increparan a otro o «destruyeran los discos duros de su ordenador» (Huy, perdonad mi torpeza pues dije que no echaría más leña al fuego y al final nos quemaremos). Zaleuco, lejos de eludir la ley, dictó:
Perdonaré a medias a mi hijo, ya que no es él el único culpable, y mandaré que le saquen solo un ojo; el otro me lo sacaré yo, pues siendo su padre debí haberlo educado mejor, y así se dará cumplimiento a la ley, ya que ésta nada dice sobre qué ojos hay que sacar.
Debo decir que esta leyenda, real o no, no es exclusiva de Zaleuco sino que también se cuenta de su discípulo Carondas de Catania, pero sus contemporáneos le consideraron honrado, justo y fue admirado por todos, adjetivos difíciles de encontrar todos juntos en los políticos de hoy en día. Puede que este mito sea difícil de creer aunque cada día nos sorprendemos con escándalos políticos que no son menos inverosímiles, ¿no creéis?
Links fotos:
Deja una respuesta