Cuando hablamos de catacumbas a todos nos viene a la mente Roma, donde hay más de sesenta y son las más estudiadas, aunque en Nápoles, Sicilia oriental, Chiusi, Bolsena, París e incluso en África del Norte podemos encontrar buena muestra de ellas.
Catacumba se traduciría literalmente como «agujero», nombre de un distrito periférico de la antigua Roma donde se encontraba un cementerio subterráneo en el que se trasladaron provisionalmente en el siglo III los cuerpos de San Pedro y San Pablo. Fueron lugares de culto, enterramiento e incluso lugares de protección para los cristianos pues el derecho romano tenía por sagrada e inviolable cualquier sepultura, independientemente de su credo. Antes de Cristo ya existía este tipo de enterramiento y muestra de ello son las catacumbas judías de Villa Torlonia y Villa Randanini (50 a. C.), hecho que hace a algunos proponer que los judíos influyeron en la construcción de esas primeras catacumbas de Roma.
En el primer siglo, los cristianos de Roma enterraban a sus muertos en sus propios terrenos (eso, los más pudientes) o en los cementerios comunes, con los paganos. Así pues, San Pedro fue enterrado en la necrópolis de la Colina Vaticana y San Pablo en la de la Vía Ostiense. Un siglo después, tras algunas donaciones y concesiones de tierra, comenzaron a enterrarse en las catacumbas propiamente dichas que en su mayoría se excavaban alrededor de los sepulcros de familias convertidas que las abrieron a otros cristianos. Tras el Edicto de Milán (313) dejaron de ser perseguidos, pudiendo construir iglesias y lugares de culto tanto dentro como fuera de las murallas de la ciudad, pero las catacumbas continuaron usándose como cementerios hasta principios del siglo V, que volvería a enterrarse en la superficie y a los mártires en las basílicas.
… y llegaron los bárbaros destruyendo y saqueando los monumentos y catacumbas que se encontraban a su paso hasta llegar a Roma. A finales del siglo VIII los papas hicieron trasladar las reliquias de sus santos y mártires a las iglesias de la ciudad para evitar que fueran profanadas, cayendo en el olvido tras el cisma de Aviñón en el siglo XIV y sobre todo tras el Renacimiento.
No será hasta el siglo XVI que se reedescubrirán (en 1578 un derrumbe en la vía Salaria hizo aflorar la catacumba de Priscila) gracias a estudiosos como Panino, el dominico Alfonso Ciacconio y el conocido como el «Colón de la Roma subterránea», Antonio Bosio, que consagró su vida a estudiarlas invirtiendo gran parte de su fortuna personal, registrando y redactando su historia así como su topografía.
Debemos esperar hasta el siglo XIX para encontrar otro investigador de las catacumbas, el padre Marchi y su alumno Juan Bautista de Rossi, considerado el padre de la Arqueología Cristiana, que descubrirían las catacumbas de santa Inés y la de San Calixto.
Quizás sean las catacumbas de San Calixto (siglo II) las más importantes descubiertas hasta la fecha. Con una extensión de 15 hectáreas y una red de galerías de casi 20 km, alcanzan una profundidad de hasta 20 metros y en ellas se enterraron 16 papas además de muchos mártires e incontables cristianos, convirtiéndose en el cementerio oficial de la Iglesia de Roma en tiempos de San Calixto, diácono del papa Ceferino en el siglo III.
Otro aspecto que me gustaría comentar de la catacumbas son los símbolos y la pintura al fresco que en ellas se pueden encontrar, síntesis de la fe cristiana. Un patrimonio que representan auténticos archivos documentales de esa primitiva Iglesia.
Al principio las paredes no tenían ningún tipo de ornamentación aunque acostumbraban a fijar en los muros monedas y camafeos que señalaban la fecha (esto ha facilitado la tarea de identificación a los estudiosos) y cuando las persecuciones cesaron fue cuando se comenzaron a adornar con frescos, al principio de animales o vegetales (de influencia helenística) y más tarde, a partir del siglo III, comenzaron a plasmarse imágenes de Cristo o de la Virgen según los modelos clásicos greco-romanos.
Mencionaba al principio del post las Catacumbas de París aunque poco tienen que ver con las de Roma. Durante la era romana existió una red de túneles que no eran más que minas de piedra caliza. A finales del siglo XVIII se convertirían en cementerios comunes con sus paredes llenas de graffitis de la época. Y aunque poco tienen que ver con los primeros cristianos, en su interior se sucedieron algunos episodios históricos, como en 1871, cuando la comuna de París asesinó a un grupo de monárquicos y durante la Segunda Guerra Mundial en las que la Resistencia francesa las utilizaría para burlar a los nazis.
Desde 1955 solo pueden visitarse con un guía y escolta oficial, estando permanentemente vigiladas por una policía especial que intenta evitar que las personas no autorizadas accedan por medio de las alcantarillas o el metro a alguna de las entradas secretas que hay en el subsuelo de la ciudad.
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