La himenoplastia o reconstrucción del himen es un procedimiento quirúrgico relativamente común que ha experimentado un aumento en su popularidad en los últimos años. Únicamente en la ciudad de Madrid, alrededor de 500 mujeres se someten a esta intervención anualmente, con un coste promedio de 2000 euros. No obstante, cabe destacar que esta práctica no es exclusiva de la actualidad…
¿Qué es el himen?
Es una membrana en forma de anillo situada a la entrada de la vagina que en realidad no tiene ninguna función concreta; algunos refieren que puede proteger de infecciones externas a las niñas. En realidad, no es más que un resquicio en la formación del aparato genital de la mujer, pequeño, sí, pero no deja de sorprender la importancia que se le ha dado a lo largo de la historia.
Antes de seguir, es importante destacar que aproximadamente una de cada mil mujeres nace sin himen, y el 44 % de las mujeres no experimenta sangrado durante el primer coito, a pesar de ser vírgenes. Este hecho tiene relevancia, como veremos más adelante. En la actualidad, el 80 % de las mujeres que optan por la reconstrucción del himen pertenecen a la etnia gitana o siguen la fe islámica. Es evidente que la importancia otorgada a la integridad del himen varía significativamente dependiendo de la cultura y la religión que se esté considerando.
La Celestina y las “remiendavirgos”
En la célebre obra literaria de La Celestina (1499) de Fernando Rojas, encontramos la expresión hacer virgos y en un pasaje dice:
Entiendo que pasan de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta ciudad.
La práctica a la que se hace referencia es uno de los negocios más rentables que se volvió especialmente popular en el Madrid de los tiempos de Miguel de Cervantes, Quevedo y Lope de Vega: la reconstrucción del himen, una costumbre que se llevaba a cabo en el siglo XVII. En aquella época, las mujeres debían llegar al matrimonio siendo vírgenes; de lo contrario, a las mujeres de clase media les resultaba difícil encontrar un buen marido. En muchas ocasiones, acudían a mujeres, a menudo consideradas brujas, que realizaban abortos, intercedían en asuntos amorosos con sus artes oscuras y «reparaban la virginidad», tal como sucede con La Celestina, un personaje inmoral que buscaba dinero y vivía de las miserias y bajas pasiones de la sociedad.
Podríamos encontrar en los alrededores de la Plaza Mayor de Madrid, entre sombrías callejuelas, lugares clandestinos donde esta intervención se realizaba en algunas de esas doncellas, aunque en condiciones higiénicas muy precarias.
El significado y las consecuencias de su integridad
La importancia (podríamos hablar de obsesión) de la virginidad tiene raíces tan antiguas como la civilización misma. Con la llegada de la agricultura y el desarrollo de las sociedades, preservar la integridad del himen se asociaba a la pureza de la mujer, un concepto arraigado en sociedades machistas que existían desde hace 10 000 años.
Es sorprendente que en la antigua Grecia, la existencia del himen fuera desconocida, como lo demuestran los textos médicos de la época de Aristóteles e Hipócrates.
En la antigua Roma, se encontraban las vírgenes vestales, quienes ejercían como sacerdotisas encargadas de mantener el fuego sagrado de la ciudad. Estas mujeres eran seleccionadas en la infancia y se les exigía mantener la virginidad durante los 30 años que servían en la Casa de las Vestales, ubicada en el Foro.
En el imperio incaico, no se otorgaba mayor importancia al mantenimiento de la virginidad entre los individuos de baja posición social. De hecho, la pérdida de la virginidad era considerada como un aspecto positivo, indicativo de que la mujer era deseada y tenía la capacidad de ser fértil. Esta perspectiva contrastaba notablemente con las normas que regían para la nobleza y las sacerdotisas vírgenes dedicadas al culto del dios Inti.
En África, se realiza la mutilación genital femenina (MGF) en niñas de entre 2 y 8 años, en la cual se extirpa el clítoris y se cierra casi por completo la abertura vaginal (infibulación) sin anestesia, a menudo realizada por curanderas o parteras. Este cruel procedimiento se lleva a cabo con el objetivo de preservar la virginidad y el himen de las niñas. Posteriormente, tras el matrimonio, la abertura vaginal es abierta con un cuchillo, lo cual representa una práctica extremadamente dolorosa y traumática. Por el contrario, en la tribu de Cewa, se obliga a las niñas a tener relaciones sexuales antes de su primera menstruación, con la creencia de que esto las protegerá de enfermedades y muerte prematura. Estas prácticas culturales, aunque arraigadas en ciertas comunidades, son consideradas violaciones graves de los derechos humanos y de la integridad física y psicológica de las niñas.
En algunas culturas de Asia, donde las mujeres son consideradas meras mercancías, una mujer con el himen intacto puede ser vendida a un precio más alto que una que no lo tiene. Mantener la virginidad de una mujer es una preocupación para toda la familia.
Según una antigua tradicción gitana, se considera costumbre mostrar las sábanas o un pañuelo manchado de sangre en la noche de bodas como evidencia de la rotura del himen, la cual se realiza con los dedos de una «experta». Esta práctica no es exclusiva de la cultura gitana, ya que en el antiguo Egipto era el marido quien llevaba a cabo este acto, y aún en la actualidad algunas jóvenes musulmanas continúan realizándolo.
La virginidad según la Iglesia Católica y el Islam
Es evidente que los tiempos están cambiando. En la actualidad, la práctica de llegar al matrimonio siendo virgen no es tan común como solía ser. Es posible que la religión y la sexualidad estén convirtiéndose en conceptos cada vez más separados en la cultura occidental.
La Virgen María, pura y sin pecado, fue madre sin perder su virginidad, un tema que se trató detenidamente con San Agustín y que, durante la Edad Media, se convirtió en una verdadera devoción hacia ella, especialmente con San Bernardo. La Iglesia Católica considera inseparables la virginidad y el matrimonio, pero es importante recordar que esto no es un precepto obligatorio, sino más bien un consejo evangélico.
Respecto al Corán, en ninguna parte se menciona que las mujeres deban demostrar su virginidad durante la noche de bodas. Sin embargo, en la Biblia, esta práctica se menciona, aunque continúa siendo una costumbre arraigada en algunos países de mayoría musulmana que la mujer deba mostrar una sábana manchada de sangre en la noche de bodas. El Islam aconseja que tanto los jóvenes varones como las mujeres eviten las relaciones sexuales antes del matrimonio. Es importante señalar que ni las leyes marroquíes ni la religión islámica exigen la presentación de un certificado de virginidad cuando una mujer se casa.
Por cierto, como profesionales médicos, no estamos obligados a emitir certificados de virginidad, una solicitud que en ocasiones hemos encontrado en nuestra práctica. Además, un certificado de virginidad no tiene ninguna importancia, ya que un himen incompleto no garantiza relaciones sexuales previas, y un himen intacto tampoco confirma la ausencia de actividad sexual.
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