… y a Hitler no le asesinaron por 13 malditos minutos

Georg Elser (izquierda) y Adolf Hitler (derecha). Ullstein Bild Cordon Press

Adolf Hitler sufrió durante su vida un total de 42 atentados según algunas citas, todos fallidos para desgracia de la Humanidad. La fortuna siempre le acompañó saliendo ileso de todos ellos, incluso de la forma más inesperada. Puede que el atentado más conocido sea el perpetrado en junio de 1944 dentro de la operación Valquiria, pero la persona que estuvo más cerca de conseguir su objetivo fue un simple campesino por cuenta propia, su nombre Johann Georg Elser.

Hitler sabía que había mucha gente que deseaba su muerte, así que no escatimó en medidas para evitar ser asesinado. Ya fuera por su Mercedes-Benz blindado, por la gente que probaba su comida antes de ofrecérsela o por sus guardaespaldas, siempre salió indemne. Hasta la fortuna le acompañó en diversas ocasiones durante la Primera Guerra Mundial cuando su escuadra fue bombardeada y se salvó porque salió de la trinchera justo antes de que un obús cayera en ella, o cuando un francotirador se compadeció de él y le perdonó la vida tras verle herido.

Poco después de que Hitler y el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, conocido como Partido Nazi, consiguiera el poder absoluto en 1933 mediante falsas propuestas de paz con las que engañó al pueblo alemán haciéndoles creer que quería impedir una nueva guerra y mejorar las condiciones de los trabajadores, en otoño de 1938, Europa estaba al borde de la guerra y los alemanes vivían con temor la posibilidad de un nuevo conflicto. Uno de ellos, Johann Georg Elser, desconfió de Hitler y pensó que la única manera de evitar otra guerra mundial era eliminando a los jerarcas nazis. Y este simple campesino, solo, sin nadie que le ayudara o que conociera sus intenciones, ideó un plan increíble y eficaz.

Johann Georg Elser

Originario de Suabia, nació en 1903. Acudió a la escuela primaria y su padre, agricultor y comerciante de madera, esperó que le sucediera en el trabajo. Lo cierto es que nunca quiso seguir sus pasos y acudió a una fundición, como tornero, debiendo dejarlo al poco tiempo por problemas de salud. A continuación trabajó como carpintero y en una fábrica de relojes, algo que le fue muy útil en sus futuros planes para asesinar al Führer. Tras la crisis económica de los años 20 fue a Suiza donde trabajó nuevamente de carpintero y tuvo un hijo de una mujer con la que nunca llegó a casarse y terminó separándose de ella. Posteriormente regresó a casa de sus padres con Adolf Hitler ya como canciller de Alemania y desde 1936 trabajó en una fábrica de montaje, donde tomó conciencia de que el país se dirigía nuevamente a una guerra al comprobar que en esa fábrica se producía material de rearme secreto, contraviniendo los acuerdos internacionales y los discursos pacifistas de Hitler.

Sociable, reservado y tranquilo, la política no era precisamente lo que más le interesó, sin embargo, formó parte del sindicato de la madera y a una organización comunista, pensando que mejorarían las condiciones de los trabajadores, aunque sin participar de manera activa. Comenzó a oponerse al nazismo después de 1933 al comprobar que bajo el gobierno nazi las condiciones laborales empeoraron y descubrir sus verdaderas intenciones belicistas, es así que comenzó a urdir su plan para asesinar a los jefes del partido.

El lugar y el momento del atentado

La Bürgerbräukeller era una cervecería de Múnich fundada en 1885 con capacidad para unas 1830 personas, ubicado en la calle Rosenheimer, en el barrio de Haidhausen, hoy entre el centro cultural Gasteig y el Hotel City Hilton. Elser leyó en la prensa que el 8 de noviembre de 1939 se iba a celebrar el aniversario del golpe de estado fallido de Hitler de 1923 (Putsch de Múnich) asistiendo algunos de los jefes del partido como Goebbels, Hess, Himmler y Heydrich, entre los más destacados y algunos de la vieja guardia del partido, además del mismísimo Führer. Pensó que la mejor opción era colocar una bomba de relojería dentro de la columna donde Hitler hablaría. Minucioso, robó explosivos de la fábrica durante los meses previos, tomó bocetos de la sala y cambió de trabajo en una cantera para robar más explosivos tipo dinamita. Diseñó una bomba que probó en el huerto de sus padres y tras regresar a Múnich en agosto se escondió hasta en treinta ocasiones en la cervecería por la noche, saliendo por una puerta lateral cada mañana sin ser visto. Así hizo un agujero en la columna donde colocó el explosivo y la revistió de madera para ocultarla, incluso recubrió el agujero con estaño para que no sonara a hueco y no se moviera la bomba.

Dos días antes del atentado el explosivo quedó instalado, se despidió de su hermana a la mañana siguiente, pero al no leer las noticias y no seguir la prensa no supo que Hitler a última hora cambiaría de opinión reduciendo su presencia en la ciudad ante la inminente preparación de la ofensiva occidental, lo que le obligó a acortar su discurso de lo programado inicialmente, desde las 20:30 h hasta las 22:00 h. Una vez terminado el discurso debía dirigirse sin demora a la estación para coger el tren de las 21:31 h hacia Berlín, al no poder coger su avión por el mal tiempo.

El Führer empezó su discurso antes de lo previsto, a las 20:10 h terminando a las 21:00 h y concluyendo el acto siete minutos después, pero Elser programó para estallar la bomba a las 21:20 h, cuando Hitler ya no se encontraba en el local.

Trece malditos minutos

Parte del techo de la galería superior se vino abajo y el resultado de la deflagración causó ocho muertos y sesenta y tres heridos, dieciséis de ellas de gravedad.

Fotografía de la cervecería tomada el 9 de noviembre de 1939, un día después del atentado.  
Bundesarchiv, Bild 183-E12329 / Wagner / CC-BY-SA 3.0

Inmediatamente al atentado se inició una investigación por las SS y los trabajos de investigación descubrieron restos de una bomba artesanal y un temporizador en el lugar. La policía interrogó a un relojero que recordó haber vendido dos relojes similares al utilizado en la bomba y a un comerciante que vendió las placas de corcho, un modelo poco habitual, a un joven suabo. Finalmente encontraron al cerrajero que le prestó su taller para trabajar en algo que desconocía por completo, todos coincidieron en la descripción física de Elser.

¿Qué fue de Elser?

Detenido casualmente a las 20:45 h en el puesto aduanero de Constanza, cerca de la frontera con Suiza, al pensar que no era más que una simple detención rutinaria de alguien que intentaba cruzar clandestinamente, horas después lo relacionaron con el atentado al encontrar en sus bolsillos una postal de la Bürgerbräukeller con una columna marcada con una cruz roja y un fragmento de detonador. Se le trasladó a Múnich para ser interrogado por la Gestapo, negando su participación a pesar de las pruebas en su contra. Le torturaron y confesó el 14 de noviembre. Himmler estaba convencido de que se trataba de una trama mayor del servicio secreto británico y que él no era más que un simple peón.

Recluido durante cinco años en el campo de concentración de Dachau tratado como «prisionero privilegiado», Hitler estaba convencido de que formaba parte de una conspiración y fue ejecutado por un oficial de las SS con un tiro en la nuca el 9 de abril de 1945 de forma discreta.

A pesar de este intentó de atentado, Hitler regresó el 8 de noviembre de 1942 a la cervecería para dar un nuevo discurso. La muerte de Elser sucedió tres semanas antes de que el Führer se suicidase en el búnker de la Cancillería del Reich en Berlín, ingiriendo una pastilla de cianuro y disparándose a la cabeza para no caer en manos de los rusos.

Hoy, en el lugar del atentado, encontramos una placa memorial dedicada a Georg Elser. El campesino que pudo haber cambiado la Historia y evitado la muerte de millones de personas.

4 respuestas a “… y a Hitler no le asesinaron por 13 malditos minutos”

  1. Avatar de etarrago - etfreixes

    Vibrante historia, FJT. Desconocía completamente esta trama. Eres un gran redactor de historia. Hoy me impresionó la que nos cuentas. Gracias.
    Un abrazo.

    1. Avatar de franciscojaviertostado

      Hola Enrique,
      dicen que los dos mayores tiranos del mundo son la casualidad y el tiempo. Algo que por desgracia en esta ocasión se cumplió…
      Abrazos

  2. Avatar de ¡El té fue el culpable! –

    […] los británicos perdieran casi treinta vehículos blindados en tan solo quince minutos durante la Segunda Guerra Mundial. Pero, ¿cuál fue el motivo de tal inesperado […]

  3. Avatar de Y tú, ¿eres zurdo? –

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