El cuadro:
Representa a una niña de ocho años llamada Eugenia Martínez Vallejo, conocida como La Monstrua por su hiperobesidad. Vivía en la corte como bufón de compañía de los infantes de España, dándoles confianza, cuidándolos y divirtiéndoles. Llegaban a tener a sus bufones en tanta estima que cuando llegaban a la edad adulta seguían apreciándolos como «esos amigos de la infancia» que nunca se pierden. Atila, en el siglo V, llevaba uno, y a partir de la Edad Media y el Renacimiento se popularizó la figura del bufón profesional. Todas las cortes europeas tenían múltiples bufones, elegidos entre aquellas personas que tenían algún defecto físico (jorobados, enanos…) para divertir los banquetes y fiestas que organizaban, pero lejos de pensar que era una «profesión» cruel para el bufón, ellos lo llevaban con orgullo pues los privilegios que gozaban eran envidiados por todos. Algunos reyes los tenían por consejeros y en ocasiones decían y hacían lo que les venía en gana llevados por su humor sin tener en cuenta las consecuencias, incluso podían decir grandes verdades o demostrar la hipocresía del mismo rey sin sufrir castigo alguno.
El autor y su cuadro:
Uno de los favoritos del rey, Juan Carreño de Miranda (1614-1685). Pintor en la Corte española de Felipe IV y Carlos II. Pertenecía a una familia aristocrática de Avilés y fue nombrado en septiembre de 1669 Pintor del Rey, retratando la vida en la Corte como pocos lo hacían en su época.
La pintura que nos ocupa pertenece al Barroco, en una época colorista y sensual en la que lo extraño y pintoresco era muy apreciado. Es un retrato austero pero solemne, que representa a la niña rodeada de racimos de uva haciendo clara referencia al dios de la mitología clásica, Baco.
Perteneció a la Escuela Española del Siglo de Oro, siendo influido por Tiziano, Van Dyck, Rubens y sobre todo el genial Velázquez del que fue amigo y protegido.
Según se cuenta, rechazó la dignidad de Caballero de la Orden de Santiago diciendo:
La pintura no precisa honores. Puede darlos al mundo entero.
Dejó un legado interminable de retratos de los que buena muestra de ellos podemos encontrarlos en el Museo del Prado y en el Museo de Bellas Artes de Asturias (os dejo sus links al final del post).
La enfermedad:
Evidentemente lo primero a destacar es la obesidad de la niña, pero si nos fijamos en su cara podemos comprobar que es redonda, roja y llena, pero no por haber bebido vino sino que es la típica cara conocida de «luna llena», motivada por una enfermedad producida por una elevación del cortisol, una hormona producida en las glándulas córtico-suprarrenales.
Otras manifestaciones clínicas que podemos encontrar en esta enfermedad son: acné, joroba de búfalo (por la acumulación de grasa en los hombros), amenorrea (cese de menstruación en las mujeres), debilidad, diabetes, fracturas por osteoporosis, hipertensión arterial, cálculos renales, debilidad, impotencia, hematomas en la piel debido a su adelgazamiento…
Como en todos los cuadros que representan alguna enfermedad, solo podemos elucubrar sobre la causa exacta que la produce. Este aumento de cortisol podría deberse a una estimulación de la corteza suprarrenal por parte de la hipófisis anterior o por un problema de la propia glándula suprarrenal como un tumor (hiperplasia, adenoma o cáncer).
Juan Carreño quiso mostrarnos a Eugenia Martínez también vestida. En el cuadro de abajo lo podemos comprobar.
En el casco antiguo de Avilés (España) se encuentra una escultura en bronce basada en estos cuadros. En ella vemos representada a La Monstrua y sigue siendo una de las más fotografiadas de la ciudad. Aquí os dejo un enlace a la misma flickr.
Para saber más:
X. Sierra Valentí, Medicina y enfermedad en el arte barroco. Actas Dermosifiliogr. 2007; 98:570-4.
Otras obras de J. Carreño de Miranda
Museo del Prado (I) Museo del Prado (II)
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