
En la ciudad de Zaragoza (España) encontramos esta magnífica basílica barroca donde se venera el pilar -que le da el nombre popular- una columna de jaspe que según la tradición fue donde la Virgen María hizo su aparición al apóstol Santiago (Patrón de España) que se encontraba en la vieja Cesar Augusta para predicar la palabra de Jesús, el 2 de enero del año 40. La creencia religiosa habla de que la propia Virgen le entregó ese pilar como símbolo de la fortaleza que debía tener su fe y le encargó levantar un templo allí mismo, junto a los siete primeros convertidos de la ciudad, es por esto que se le considera el primer templo mariano de la Cristiandad.
Encontramos la primera referencia de ello en la bula del papa Bonifacio VIII de 1297 aunque la historia documentada del templo se remonta cuatro siglos antes, cuando se atestigua la existencia de una iglesia mozárabe dedicada a Santa María en el lugar exacto donde ahora se encuentra la basílica.
En las imágenes podemos apreciar su belleza arquitectónica, tanto de día como de noche. El templo se compone de tres naves, cubiertas con bóvedas de cañón, en las que se intercalan bóvedas y cúpulas, que descansan sobre robustos pilares. La fachada exterior está construida con ladrillos, y el interior revocado en estuco, donde encontramos en la nave central el altar mayor bajo la cúpula central, presidido por el gran retablo mayor gótico de la Asunción, de Damián Forment (siglo XVI). Desde el año 1676 ostenta el rango de catedral (Bula de Unión), y a partir de 1948, el Papa Pío XII, le concede el título de Basílica, siendo actualmente considerada como uno de los 12 Tesoros de España.
Pero no hablaré tanto de su interior -imponente por otra parte y del que aquí dejo imágenes- sino de su exterior, más concretamente de los cimborrios de sus cúpulas, vistos y admirados tanto por los turistas como por los vecinos que desde niños tienen la suerte de contemplarlos, pues en la decoración de la Basílica nada se deja a la improvisación, impregnando el simbolismo toda su decoración. Y es a partir de un comentario del Facebook de Luis E. Andrade que me dejó perplejo y me hizo buscar información al respecto.
En las paredes externas de ladrillo de los cimborrios de las ocho cúpulas octogonales de las naves laterales encontramos unos signos formados por 6 líneas alternativamente continuas y discontinuas, que pertenecen al último hexagrama del antiguo tratado de adivinación I Ching, llamado Wei-chi. Este libro contiene textos moralizantes de alrededor el año 1200 a. C. que se divide en 64 hexagramas, cada uno con 6 líneas, que aportan enseñanzas concretas. Según investigaciones del Dr. José Manuel Chamorro Navarro, corresponde a un código binario 101010 que se repite en cada una de las caras de los 8 cimborrios hasta en 64 ocasiones, sistema de numeración implícito ya entre los antiguos chinos. Asignando a la raya continua el valor uno y a la raya partida el valor cero, se reproduce el número 42 en cifras binarias. Y es entonces que nos hacemos la inevitable pregunta: ¿cómo y por qué aparece ese simbolismo taoísta en un templo occidental, de hecho el único edificio cristiano del mundo con este tipo de simbología?
El día del Apóstol Santiago del año 1681 se colocaría la primera piedra del nuevo Templo, y en esa construcción se hace notar la influencia de la Compañía de Jesús en China. El erudito Abad del Císter Juan Caramuel y la Orden Jesuítica, con el catedrático de matemáticas del Colegio Imperial de Madrid, el P. J. Jacobo Kressa, a la cabeza, peritan las obras de la nueva Basílica en el año 1696. Era un tiempo en el que los jesuitas por un lado, y los dominicos y franciscanos por otro, debatían cómo había que traducir al chino el concepto cristiano de Dios y si se debía consentir que los convertidos al cristianismo pudieran continuar con el culto a Confucio y a sus antepasados. Según la tradición taoísta este hexagrama representa la unión del Cielo y la Tierra, el Sol y la Luna, el fuego y el agua, y la influencia jesuítica se hizo notar en el la basílica del Pilar en una nueva muestra de ese intercambio cultural.
El 4 de Agosto de 1936, durante la Guerra Civil Española, un avión republicano pilotado por el alférez Manuel Gayoso, bombardeó la basílica lanzando cuatro bombas, tres de las cuales alcanzaron el templo, pero sin llegar a explotar ninguna de ellas. Muchos creyentes pensaron que se trató de un milagro, aunque expertos militares dicen que esas bombas de 50 kg necesitaban algunos cientos de metros para activar la espoleta, y el avión sólo volaba a 150 metros del suelo. La polémica sigue aún muy viva entre los que siguen considerando lo ocurrido allí como un milagro y los que dicen que en realidad no fue así, pero tanto si lo fue como si no, todos los que entran en el templo pueden ver dos de esas bombas en las pilastras cercanas a la Santa Capilla.
El papa Inocencio XIII ordenó en 1723 que todas las iglesias españolas celebraran el día 12 de octubre la festividad de Nuestra Señora del Pilar como patrona del reino de España, siendo confirmada esta disposición por el papa Pío IX. Tras ser terminada la Basílica del Pilar de Zaragoza en 1872, todos los días 2 de enero y 12 de octubre se llenaba de flores el camarín de la Virgen en la Capilla de Nuestra Señora del Pilar. Actualmente la ciudad de Zaragoza triplica su población en esos días con aragoneses, españoles y gentes de todo el mundo que acuden para celebrar un sentido homenaje a la Virgen, y tras la Ofrenda de Flores en la Plaza del Pilar se acumulan entre seis y ocho millones de flores depositadas por los cientos de miles de personas, ofreciendo un espectáculo único en el mundo al que estáis todos invitados el año que viene.
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