
Ocasionalmente encontramos sagas familiares de médicos. De abuelo a padre, de padre a hijo, puede que incluso nos remontemos mucho más atrás en el tiempo encontrando bisabuelos o tatarabuelos, pero contamos con los dedos los casos en los que relacionamos un apellido con la excelencia, los logros y el prestigio durante más de un siglo. En la especialidad que hoy nos ocupa, la oftalmología, nombraría a la familia Arruga, pero no hablaré de ella -lo dejaré para otro artículo- sino de los Barraquer, de quien recientemente nos ha dejado el Prof. Joaquín Barraquer Moner, perteneciente a una de esas contadas e ilustres sagas. En el blog ya dediqué alguna ocasión en explicar cómo osados médicos se atrevían a practicar desde hace más de 2.000 años intervenciones de cataratas, y pocas especialidades han tenido el impulso y avance que han experimentado los tratamientos de las enfermedades oculares en el último siglo, debido en parte a las cuatro generaciones «Barraquer».
El origen de su apellido surge, según las crónicas, del siglo XVI, cuando un soldado procedente de Flandes se instaló en Santa Cristina de Aro (Girona). Allí, tras construir una humilde vivienda, conocida como «barraca vieja», la gente del lugar pasó a llamarle «el barraquer», apellido que sería adoptado por sus descendientes. Sea como fuere, el iniciador de la saga de oftalmólogos sería José Antonio Barraquer Roviralta (1852-1924), fundador en 1903 de la Sociedad Oftalmológica de Barcelona y primer catedrático español de Oftalmología en la Universidad de la misma ciudad, aunque tampoco debemos olvidarnos de su hermano Luis, quien también creó una rama familiar de otra especialidad, la neurología. Como todo «iniciador» lo tuvo más difícil que sus descendientes, aunque la posición social de su familia le permitió viajar a París en 1878 para asistir a las clínicas de los grandes oftalmólogos de la época. Siempre pensó que la enseñanza práctica en la facultad era escasa, por no decir nula. Así pues, unos años antes de ir a París fundaría junto a cuatro compañeros de la facultad, un laboratorio que acabará por convertirse en la futura Academia y Laboratorio de Ciencias Médicas, donde comenzaría a interesarse por la incipiente histología y donde comenzaría a realizar sus primeras aportaciones en la anatomía y fisiología del ojo. A su regreso, comenzaría a trabajar en un dispensario oftalmológico en el Hospital de Santa Creu de Barcelona y después en el Hospital Clínic, contando con material, salas de operaciones, laboratorio y la antisepsia que requería para convertirse en centro de referencia y enseñanza, abriendo también una clínica particular.

Su hijo, Ignacio Barraquer Barraquer (1884-1965), tras licenciarse y doctorarse en 1908 con la tesis Dacriocistitis, colabora en sus inicios con su padre para continuar su formación en París y Montpellier. Trabajó y obtuvo la cátedra de su padre en el Hospital de la Santa Creu, y entre sus aportaciones destaca un aparato que ingenió para succionar el cristalino en los casos de cataratas, un procedimiento que revolucionaría la cirugía de las cataratas y que se implantaría en todo el mundo conociéndose como facoéresis o «técnica Barraquer». Su espíritu emprendedor e innovador le hizo merecedor de reconocimiento por todo el mundo, fundando en 1947 el Instituto Barraquer de Barcelona, que posteriormente uno de sus hijos, José Ignacio Barraquer Moner (1916-1998) asumiría el reto de fundar en Bogotá un nuevo centro de investigación, el Instituto Barraquer de América, siendo también reconocido a nivel mundial como el «padre de la Cirugía Refractiva moderna” por sus investigaciones pioneras en trasplantes de córnea y corrección de la refracción. Muchas de sus técnicas e instrumentos siguen utilizándose habitualmente en cualquier clínica oftalmológica.
El tristemente fallecido Prof. Joaquín Barraquer Moner (1927-2016), sería el otro hijo de Ignacio que se dedicaría a la oftalmología. Se cuenta que con tan solo once años ya asistía a las intervenciones que realizaba su padre y a los trece ayudaba en las operaciones de cataratas, además de pasar largas horas en el laboratorio con él. Revolucionaría las técnicas quirúrgicas, al igual que su progenitor, siendo pionero en el tratamiento de la miopía con lentes intraoculares, experto en el tratamiento del glaucoma, haciéndose célebre por la técnica de la «zonulolisis enzimática» que sustituiría la extracción mecánica del cristalino opaco de las cataratas mediante la inyección en el ojo de una sustancia, la alfa-quimotripsina. Crearía la Fundación Barraquer y el Banco de Ojos para Tratamientos de la Ceguera, recibiendo a lo largo de su vida innumerables reconocimientos del que nombraré solo sus once «Doctor Honoris Causa» por distintas universidades de todo el mundo.
Y con sus dos hijos llegamos a la «cuarta generación», Elena y Rafael Ignacio Barraquer, que actualmente dirigen el Centro de Oftalmología Barraquer.
El mundo entero le debe mucho a este apellido y muchos son los que han mejorado o recuperado la visión por los avances que ha experimentado la oftalmología gracias a la excelencia de esta saga familiar. Como solía decir el profesor Joaquín Barraquer «Tratemos al paciente como nosotros querríamos ser tratados en su lugar», así pues, gracias profesor, por su sabiduría, por su humanidad.
Un video: (abstenerse los más sensibles…)
Facoéresis (1917)
Para saber más:
Centro de Oftalmología Barraquer
Sociedad Española de Oftalmología
Currículum vitae resumido del Prof Joaquín Barraquer Moner
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