Desde que fue inaugurado en 1819 el Museo Nacional del Prado expone colecciones y obras de arte vinculadas a la historia de España. Entre Goya, Velázquez, el Greco, Tiziano y muchos otros, reflejan la afición coleccionista y los gustos personales de los monarcas españoles de los siglos XVI y XVII. Me gustaría daros a conocer algunas de sus obras maestras, no todas expuestas, quizá tampoco las más buscadas, ni más famosas, ni tan siquiera pintadas por los más grandes entre los grandes, pero en ellas hay una particularidad común, todos fueron médicos inmortalizados para siempre entre reyes y reinas.
Se le identifica como médico por llevar en el dedo pulgar de la mano izquierda un anillo que le distinguía como tal. No se sabe con certeza su nombre, algunos le identifican con Luis Mercado, Médico de la Real Cámara, otros, con Rodrigo de la Fuente, el médico más famoso de Toledo y vecino de el Greco al vivir en el Callejón de Menores, 12, casa que actualmente puede visitarse. Su pose indica que quiere explicar algo y se le identifica como prototipo del médico humanista.
Durante muchos años se pensó que se trataba del doctor Pietro Maria, quien conoció a la madre de la autora del cuadro, pero en los últimos años se le identifica con el médico Pietro Manna, miembro de una familia importante de la ciudad, fallecido en 1560. A mi entender es un cuadro fascinante, su rostro, sus cabellos y esa mirada curiosa que expresan perspicacia. En la mano izquierda sostiene la vara de Esculapio, símbolo de la medicina, y si ampliáis la imagen podréis apreciar mejor la serpiente, viva y amenazante. La autora, Lucia Anguissola, hermana de su famosa hermana Sofonisba, también pintora, firmó en latín en el brazo izquierdo, y se trata de una de las dos obras que firmó en vida, junto con un autorretrato que se conserva en un museo italiano. Perteneciente a una familia aristocrática modesta, recibió una educación esmerada por parte de su padre. De gran talento, la muerte le sorprendió precozmente interrumpiendo una carrera artística que bien pudo ser comparable a la de su hermana.
San Cosme y Damián, dos hermanos médicos cristianos que ejercían la profesión sin cobrar a sus pacientes. Cuenta la leyenda que fueron torturados, quemados vivos y decapitados a principios del siglo IV, en tiempos del emperador Diocleciano. El autor, el pintor italiano Gian Battista Caracciolo, muestra en el cuadro la influencia de Caravaggio en sus contrastes de luz.
Isaac Henrique Sequeira nació en Lisboa, estudió en Leyden, se licenció por el Royal College of Physicians y ejerció en Londres como médico extraordinario de la Embajada de Portugal en el Tribunal de St. James. Le pintó Thomas Gainsborough, que también fue paciente suyo, dignamente sentado, en actitud pensativa. El pintor, retratista inglés, académico y uno de los fundadores de la Royal Academy of Arts, realizó más de 500 obras de las que casi la mitad son retratos, muchos en actitud melancólica, como el cuadro que os presento.
José María Sánchez de Toca y Sáenz de Lobera nació en 1804 en la villa guipuzcoana de Vergara, no publicó en demasía probablemente por falta de tiempo al dedicarse a la práctica médica en cuerpo y alma. Sus cualidades como cirujano tenían una sólida base anatómica y fue designado por Real Orden catedrático supernumerario en propiedad de San Carlos. La familia real depositó en él su total confianza al estar bien acreditada su valía como cirujano, y cuando la reina Isabel II sufrió el atentado en 1852 por el presbítero y activista liberal, Martín Merino y Gómez, también conocido como el cura Merino, fue trasladada a Palacio donde, tras una primera cura por el médico de Cámara, José María Sánchez se presentó raudo para atender su herida. Tras curarle solicitó con premura un coche con los corceles más rápidos de las caballerizas reales, pues debía realizar una visita urgente. El paciente en cuestión era el cura regicida, al que le dijo: «Dime sin rodeos con que veneno o ponzoña has impregnado el puñal.» A lo que el interpelado respondió: «Torpe de mí, se me olvidó ese detalle.» En otra ocasión, fue requirido para valorar las heridas que sufrió el general Prim en el atentado que le costó la vida. Tras ser consideradas por sus colegas de pronóstico favorable, José María Sánchez auguró un funesto desenlace previendo la posibilidad de que se complicasen con una grave sepsis.
Manuel Damián Pérez nació en 1841, en Madrid. De gran prestigio, ocupó los cargos de presidente de la Real Academia de Medicina e inspector general del Cuerpo de Médicos Cirujanos del Ejército, así como médico honorario de cámara del monarca Fernando VII y médico cirujano de cámara de la reina Isabel II. Sobre su autor, Federico de Madrazo, fue uno de los más grandes retratistas españoles del siglo XIX e influyó en numerosas generaciones, entre sus cargos destaca el de la dirección del mismo Museo del Prado.
El doctor Francisco Rodríguez de Sandoval, íntimo amigo de Sorolla y médico de la familia a partir de 1919, le acompañaría en algunos de sus viajes por España. En el cuadro lo vemos con cuarenta años de edad, posando con gesto vivaz y mirada inteligente, pintado con asombrosa maestría en uno de sus mejores retratos.
Este cuadro también es de Joaquín Sorolla. El pintor tuvo entre su círculo más íntimo de amistades a varios médicos, entre ellos, el doctor Joaquín Decref y Ruiz, celebridad de gran fama nacional. Nació en La Habana y estudió medicina en Madrid. Gran parte de su vida profesional la dedicó al tratamiento de las enfermedades mecánicas y contribuyó al desarrollo de la radiología en España. Fundó la Sociedad Española de Electro-Radiología de la que fue el primer presidente, además de ser pionero en la atención a la fisioterapia y en la atención de las minusvalías físicas. Sorolla le pinta a la edad de cuarenta y tres años, cercano, de gesto resuelto y elegante.
José Guisasola y Goicoechea, médico y político, nació en Madrid en 1833 y tras licenciarse fue practicante mayor en el Hospital Militar de Madrid. Destacó por su labor desinteresada y su gran abnegación durante la epidemia de cólera de 1865. Por sus ideales republicanos tuvo que exiliarse a Francia y de allí a Montevideo, justo cuando acababa de recibir su acta de diputado en Cortes por Sevilla en marzo de 1871, acta que no presentó y cargo que no llegó a ejercer. Ejerció como médico en Montevideo y ganó por oposición una plaza de médico de puerto, regresando a París donde fallecería con cincuenta y nueve años. El autor del cuadro, Emilio Sala y Francés, destacó en la pintura de paisaje y retrato. En la Exposición Nacional de 1878 recibió la primera medalla con el cuadro Guillem de Vinatea delante de Alfonso IV haciéndole revocar un contrafuero, sorprendiendo a todos con las pequeñas dimensiones que tenía, apenas de 60 por 100 centímetros, un formato muy poco común para este tipo de representaciones. Con los años consiguió la Cátedra de Teoría y Estética del Color en la Academia de San Fernando de Madrid, creada específicamente para él.
Antonio García Tapia fue médico del rey Alfonso XIII de Borbón, aunque especialmente importante fue su aportación en la otorrinolaringología, especialidad en la que describió el síndrome de Tapia, consistente en una parálisis unilateral de la lengua y de la laringe asociada a atrofia de la lengua, secundaria generalmente a un traumatismo en la región cervical, y no, la expresión «estar más sordo que una tapia» no proviene de él. Presidente del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid y fundador de la Revista española y americana de Otorrinolaringología, fundó en Riaz, un hospital-dispensario dedicado a los pobres y Escuela de Médicos Rurales. Murió en 1950 en Madrid. El autor del cuadro, Maurice Fromkes, nació en Vilna en 1872, emigró a los Estados Unidos y en 1920 viajó a España quedando impresionado por la ciudad y la luz de Segovia. Se instaló en Madrid, abriendo un taller y convirtiéndose en pintor de gran prestigio.
No son todos los que están, pero con médicos tan ilustres, la salud del Museo del Prado seguirá estando en buenas manos durante muchos siglos más.
Información basada en el museodelprado.es
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