
Perdonad la imagen, ciertamente da cierta angustia, pero este cuadro ilustra un castigo ejemplar dictado por Cambises II de Persia a su juez real, Sisamnes. Aquí no terminó el horror, sino que continuó y sufrió en sus carnes su hijo (literalmente), también juez.
El autor del macabro cuadro es el holandés Gérard David, establecido en Brujas desde 1483. Sus pinturas se enmarcan en la más pura tradición flamenca y la mayoría de los temas son de índole religioso. La que os muestro forma parte de un encargo del municipio de esa ciudad para recordar la responsabilidad y la imparcialidad en la justicia. Se trata de un conjunto de dos tablas conocidas como Díptico de Cambises, compuesto por El juicio y el desollamiento de Sisamnes.
Este episodio, descrito por Heródoto, ha sido representado por pintores como Rubens, Cranach y Vellert, entre otros. Encontramos en múltiples obras el castigo del desollamiento en vida: El Castigo de Marsias, de Tiziano; el martirio de San Bartolomé, de José de Ribera; incluso, en El Juicio Final, de Miguel Ángel, encontramos al santo desollado.

La prevaricación de Sisamnes
Cambises II, hijo del fundador del Imperio Persa y de la dinastía aqueménida, Ciro el Grande, accedió al trono en el año 530 a. C. Durante su corto reinado -murió ocho años después- se le recuerda por la conquista de Egipto y la fallida expedición que según el historiador Heródoto envió al remoto oasis de Siwa para sojuzgar a los amonios, sede de uno de los célebres oráculos de la Antigüedad, el mismo que dos siglos después designó a Alejandro Magno hijo del dios Amón. Tachada por algunos como leyenda, se piensa que ese ejército, compuesto por 50 000 hombres según las fuentes, terminó sepultado en el desierto por una tormenta de arena sin dejar ni rastro, pasando a convertirse en uno de los mayores objetivos arqueológicos de famosos exploradores.
La corte persa tenía varios puestos de honor, generalmente los ocupaban miembros relacionados con la familia imperial, y uno de ellos, el de juez real, recayó en Sisamnes. Según explica Heródoto en uno de sus Nueve libros de las Historias, este juez aceptó un soborno en un juicio y dictó una injusta sentencia. Tras llegar a oídos del rey, este, irritado, ordenó su detención y lo condenó por prevaricación a morir despellejado vivo.
Lo cierto es que poco sabemos de la vida de Sisamnes, ni tampoco la causa del juicio. De lo que sí tenemos conocimiento es de que con las tiras de piel obtenidas en el ejemplar castigo, tapizó el asiento que utilizaba para presidir el tribunal. El rey persa nombró a Ótanes, hijo del juez ajusticiado, nuevo juez real, y le obligó a sentarse durante los juicios sobre la piel de su padre, así, nunca olvidaría lo que le ocurriría si no dictaba una justa ley. Se piensa que debió de ejercer ejemplarmente, ya que, con los años, se le recompensó con la satrapía de Jonia.
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