La tumba de Alejandro Magno

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Alejandro Magno en su lecho de muerte, según el pintor Karl von Piloty (1886). Haz clic en la imagen para ampliarla.

¿No os habéis preguntado nunca dónde está enterrado el gran Alejandro Magno? La respuesta a esta pregunta es uno de los grandes enigmas de la arqueología moderna. Nadie sabe dónde está pero las teorías que se han formulado son múltiples, y siento deciros que cuando terminéis de leer, esta duda seguirá sin respuesta, aunque espero que al menos pueda servir para hacer volar vuestra imaginación sobre su figura.

Su imperio se extendía desde el Danubio en Europa hasta el Himalaya en el norte de la India pero encontrándose en Babilonia y ante los incesantes rumores de su muerte entre la tropa, los hetairoi no tuvieron más remedio que dejarles pasar para verle en su lecho. Había perdido la voz y los  saludó con los ojos. En un inaudible susurro  pidió que su cuerpo fuera trasladado al dios Amón en Egipto. Dio su anillo de regente a su comandante Pérdicas mientras sus compañeros le preguntaban a quién legaba su reino. A duras penas respondió: “al más fuerte”. Pérdicas le preguntó cuándo quería que se le ofreciera los juegos divinos, a lo que él contestó:”cuando seáis felices”. Fueron sus últimas palabras. Al caer la noche del 10 de junio del 323 a.C., se declaró su muerte.

Por la clínica que presentaba desde unos días antes del fatal desenlace (fiebre elevada sobre todo nocturna, el dolor abdominal…) se especula como  causa más probable de su muerte la malaria o incluso una pancreatitis aguda, descartando así el envenenamiento.

El traslado desde Babilonia

Reconstrucción del catafalco de Alejandro según Diodoro (mitad del S. XIX). Haz clic en la imagen y amplíala.

Se tenía que decidir dónde y cómo enterrarlo. Todos eran conscientes de la importancia del destino (Babilonia, el oasis de Siwa, Macedonia…), pues quien controlara la tumba podría concederse una legitimidad absoluta. Según las costumbres macedónicas, el que enterraba a un monarca podría aspirar a ser reconocido como su sucesor. Debía ser incinerado y sus cenizas depositarse en una tumba. Sin embargo, Alejandro fue momificado y colocado en un sarcófago de oro en un templo de Babilonia hasta su teórico emplazamiento en Macedonia.

Pérdicas abandonó la ciudad para ir de campaña a Asia Menor, pero dejó el encargo de construir el catafalco para trasladar a Alejandro a su tumba a un oficial llamado Arrideo. Este magnífico carruaje funerario tardó casi un año en estar listo.

El cuerpo fue bañado en especias y cubierto de paño con motivos áureos. En cada esquina del carro habían estatuas en oro de la diosa  griega Niké. La parte superior del carromato se adornó exquisitamente. En los laterales, se representaban guardias persas y macedónicos así como su famosa caballería, la flota y elefantes de guerra  indios. Las ruedas tenían figuras de cabezas de leones cuyos dientes sostenían lanzas. El carromato era tan grande que se necesitaban 64 mulas para tirarlo y cada una de ellas llevaba una corona de oro y un collar de gemas.

La comitiva estaría a cargo de Eumenes, y después de salir de Siria, a la altura de Damasco, desobedeció a Pérdicas pactando con Ptolomeo –uno de los  lugartenientes de Alejandro- para dirigirse a la ciudad egipcia de Menfis en Egipto, en vez de ir hacia Macedonia, donde le esperaba una capilla dentro del templo del Serapeo de Saqqara, en la necrópolis de la antigua Menfis, al final de una larga avenida de esfinges.

Su mausoleo en Alejandría

En el año 282 a. C. se le trasladó a la ciudad de Alejandría, y entre los años 221 y 204 a. C, Ptolomeo  IV, construye un magnífico mausoleo que según Estrabón se localizaba en el norte de la ciudad, donde se encontraban los Palacios, conocido como el Soma (“cuerpo” en griego), convirtiéndose en el más famoso y sagrado santuario del mundo antiguo. En el 89 a. C. Ptolomeo XI fundió el ataúd de oro macizo para poder pagar a sus soldados, sustituyendo el ataúd por uno de alabastro.

La veneración que se tenía por Alejandro Magno era universal y los emperadores romanos no dejaban pasar la oportunidad de poder visitar su tumba. Así lo hizo Julio César tras su victoria en Farsalia (48 a. C.) peregrinando a la tumba de su héroe, situada entonces en una cámara funeraria excavada en la roca, y unos años después, Octavio (futuro emperador César Augusto), ordenó que le sacaran del sarcófago coronando a la momia y echando flores por su cuerpo pero, según una leyenda, al inclinarse para besar su momia, en un descuido, rompió una parte de su nariz. Con el paso de los siglos, muchos emperadores le rindieron homenaje hasta que en el 200 d. C., Septimio Severo, horrorizado al ver el estado de la tumba, ordenó que fuera sellada. Así sobrevivió hasta el siglo IV quedando en el olvido después.

Se pierde la pista de su cuerpo

Unos dicen que la causa fue el gran terremoto seguido de un tsunami que azotó Alejandría en el año 365, aunque es posible que el cadáver de Alejandro podría haber sido retirado y separado del sarcófago. Otros creen que fue consecuencia de los disturbios ocasionados por los cristianos que destruyeron el Serapeo, principal templo pagano, arrojando el cuerpo de Alejandro a los perros, pero hasta el siglo IX y X no  encontramos  nuevas referencias sobre su tumba, aunque probablemente estas hacen alusión al sarcófago vacío y al edificio que lo albergaba más que a su momia.

La búsqueda de su tumba

Los musulmanes profesaban gran admiración por Alejandro Magno pues el Corán lo consideraba como un profeta, y cuando entraron en Alejandría habrían recuperado el cuerpo trasladándolo a la mezquita de Attarina o quizás la de Nabi Daniel. En 1798 Napoleón llegó a la primera mezquita apoderándose del sarcófago, y en 1821 Champollion descifró los jeroglíficos que contenía comprobando que no se trataba de la tumba de Alejandro.

Este óleo, de Louis-Joseph François, recrea la batalla entre las tropas de Napoleón y las fuerzas mamelucas en 1798. Museo de Bellas Artes, Valenciennes. Haz clic en la imagen para ampliarla.

Más tarde, el famoso arqueólogo Heinrich Schliemann, descubridor de Troya, creía que se encontraba bajo la mezquita de Nabi Daniel aunque nunca consiguió el permiso de las autoridades para acceder a ella.

Otra hipótesis es la que sostenía la arqueóloga griega Liana Souvaltzi, en la que afirmaba haber hallado en 1992 su tumba en el oasis de Siwa, pero tres años después un grupo de expertos comprobaron la poca consistencia de sus datos.

También ha sido descartada recientemente la hipótesis que asociaba una inmensa tumba hallada en el norte de Grecia (en Macedonia) al hijo de Filipo II.

Plaza de San Marcos, Canaletto, 1723-24. Óleo sobre lienzo (142 × 205cm), Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid (España). Haz clic en la imagen para ampliarla.

Hay una interesante hipótesis planteada por el británico Andrew Michael Chugg en el año 2002, que parte de la coincidencia en el tiempo entre la desaparición del Soma y el hallazgo de la tumba de San Marcos en Alejandría. Según refiere se encuentra en Venecia, bajo la basílica de San Marcos, concretamente en la urna que contiene las reliquias del evantelista San Marcos, fundador de la comunidad cristiana de Alejandría. Algunos escritores cristianos aseguran que el cuerpo de San Marcos fue quemado por paganos y por tanto no puede ser el que se encuentra en Venecia. Además, según se cuenta, en el año 828 dos mercaderes lograron sacar la momia de Alejandro sin ser vistos transportándola en barco hasta la ciudad europea.

En teoría sería sencillo determinar la veracidad de esta teoría mediante la prueba de radiocarbono, reconstruyendo los rasgos faciales a partir del cráneo, e inspeccionando sus huesos en busca de las múltiples heridas recibidas en combate, en particular el flechazo que recibió en el pecho. Cuando las autoridades pertinentes autoricen su estudio -si es que lo llegan a hacer- quizás podamos descubrir la verdad.

Sepuco de San Marcos Evangelista en Venecia.

Otras tumbas «perdidas» son las de Gengis Kan, Cleopatra y Marco Antonio, entre otras, pero quizás la que más ansían encontrar los arqueólogos, el Santo Grial de la arqueología, es la del gran Alejandro Magno.

Algunos dicen que la mayor victoria de Alejandro Magno fue conquistar la inmortalidad y yo coincido plenamente con esta afirmación. Con este artículo he pretendido dar constancia de ello y como he dicho al principio, espero haberos hecho volar vuestra imaginación.

Una novela

La tumba de Alejandro. El enigma, de Valerio Manfredi (Grijalbo, 2011).

Link imagen:

64 comentarios

  1. Fabulosa entrada, se ha escrito miles y miles de palabras sobre Alejandro, unas pueden ser verídicas y muchas otras no, leyendas pasadas de boca en boca, otro misterio de la humanidad, pero si es cierto que con tanta historia y leyendas de alguna manera de ha hecho «inmortal». En alguna parte leí que en el cortejo fúnebre sus fieles acompañantes iban arrojando oro y piedras preciosas para así quedar repartido todo lo que poseía… otra «historia»????
    De nuevo gracias por darnos tanta información, saludos,

    1. Hola Rosa,
      su personaje es fabuloso desde el inicio hasta el final, desde su nacimiento hasta su muerte. Real o no todo lo que se dice de él, lo que nadie puede negar es que permanecerá inmortal para la historia.
      Un abrazo

  2. Si me permites, voy a escribir una tontería, dado que mi fin de semana también va a ser fino (tus otras entradas las he leído pero no he podido comentar)

    Dado que se encontró la tumba de Filipo de Macedonia en Vergina, y se reconstruyó su cara. Si Los restos de San Marcos en Venecia pudieran ser los de Alejandro Magno, que le hagan una prueba de ADN…, pero ahora que recuerdo, Olimpia de Épiro, esposa de Filipo y madre de Alejandro dijo que éste era hijo del dios Amón…, y no sabemos como es el ADN de los dioses… o sí, pero no coincide con el del padre oficial 😀

    Creo que tenemos misterio para mucho tiempo.

    Buen fin de semana, amigo.

  3. Muy buen post, como con las grandes divinidades de gobernantes, el aura de su localización será a base de pico y pala en un futuro (si se encuentra). Un saludo y me ha gustado mucho

    1. Hola amigos,
      yo soy optimista y antes o después se encontrará. Probablemente el pico y la pala serán sustituidos por satélites y ordenadores, pero finalmente se hallará y cuando eso ocurra…
      Un saludo

  4. Hola Francisco Javier,

    personaje único y realmente, uno de mis favoritos. El misterio de su tumba, sólo agranda su «figura». Magnifico articulo.
    Un saludo y buen fin de semana.
    Antonio

    1. Hola Toñi,
      estamos rodeados de maravillas, riquezas y enigmas, pero pienso que antes o después, cuando el ser humano crea un enigma, nuestro propio ingenio y saber lo resolverá a pesar del paso del tiempo. Ya se verá…
      Un saludo

  5. Hermoso repaso. Mas, ¿por qué hemos de pretender romper siempre misterios? Para bien o mal, si así la cosa, dejemos a los muertos en paz, que ellos se velen y cuiden.
    Un buen abrazo.

    1. Hola Al,
      en parte coincido contigo aunque también comparto lo que en una ocasión dijo Blaise Pascal: una de las principales enfermedades del hombre es su inquieta curiosidad por conocer lo que no puede llegar a saber.
      Un abrazo también para ti y gracias por todos tus comentarios, siempre únicos y sorprendentes.

      1. Entendida la idea de sr. Pascal, jejeje…
        Bueno, entre otras cosas, no dejó de ser don general Alejandro un señor de la guerra expansiva y de conquista…
        Pero insisto, FJ: nos ilustras a placer completo. Y eso está superior. Gracias, siempre. Un abrazo.

  6. En realidad el misterio de su muerte da para otra entrada, pero satisfactorio artículo como siempre en cualquier caso. Te dejo un fragmento de Diodoro, libro XVII, 28: “El catafalco…era más soberbio visto que descrito. En virtud de su enorme fama atrajo a muchos espectadores; en cada ciudad a la que llegaba, la gente salía a su encuentro y lo seguía al partir, sin cansarse jamás del placer de contemplarlo”. Alpu, fue mucho más que eso. Se enfrentó a los suyos por la revolucionaria idea de integrar a la suya las culturas que fue anexionando, el reparto de las riquezas tras cada conquista reactivaba el comercio en las distintas zonas geográficas. Y recuerd que en su tiempo los dioses eran guerreros, como escribió Hermann Bengston: “Si alguien tiene derecho a ser juzgado de acuerdo con las normas de su propio tiempo, este alguien es Alejandro”. Quiero decir con esto último que Napoleón y otros tomaron a Alejandro por modelo, pero no tenían nada que ver con él. El helenismo fue la pieza fundamental del éxito, poco después, del imperio romano. Pero primero fue Alejandro Magno. Un abrazo.

    1. Hola Eduardo,
      primero decirte que como tu respuesta anterior salió fragmentada en cuatro comentarios me he permitido la licencia de modificarlas y juntarlas en una sola.
      El fragmento que nos dejas de Diodoro ilustra muy bien la foto que puse en el artículo, gracias. Nunca nos llegaremos a imaginar la importancia e influencia de Alejandro Magno no ya en la posterioridad sino entre sus propios contemporáneos. ¿Qué personaje de la actualidad tendría un entierro como el que se le ofreció a él? Diría que nadie. Con esto no quiero decir que no tengamos en el presente de nuestra historia grandes personajes (recordemos al recientemente fallecido Mandela…) pero se quedan a años luz de la figura y magnitud de Alejandro Magno.
      En cuanto a tu reflexión final sobre la importancia del helenismo en su éxito coincido plenamente. Como no podía ser de otra manera fue el gran Aristóteles el que le instruyó e inculcó la admiración que tenía por el helenismo. Cuando juntamos a dos de los más importantes protagonistas de la historia, Alejandro y Aristóteles, sólo pueden suceder épicos y extraordinarios acontecimientos.
      Un abrazo y gracias por tu aportación a este post.

      1. Me parece fenomenal, gracias a ti.
        Una curiosidad: leí en alguna ocasión que Aristóteles pudo indignarse por el trato que Alejandro dispensara a los persas ( responsables de la destrucción del pueblo en que naciera el filósofo). Esas presiones (griegas, egipcias y macedónicas, todos odiaban a los persas) pudieron causar el golpe de efecto que Alejandro dio con la destrucción de Persépolis y su saqueo (para contentar también a los soldados, que solían hacer del saqueo parte importante de su sueldo y con Alejandro andaban algo ofuscados en ese sentido). Cuentan algunas crónicas que la ciudad, atemorizada por la llegada de Alejandro, dejó salir a los esclavos griegos a su llegada y que el espectáculo era horrible (se solía mutilar a algunos esclavos de extremidades o partes del cuerpo que no fueran a utilizar en su función). Pese a la carnicería, Alejandro se mostró posteriormente consternado culpando públicamente a Dionisos de haberle obligado a dar la orden (subliminalmente culpó a los griegos de obligarle). Los persas siguieron teniéndole un enorme respeto, la madre del depuesto rey persa Darío, al saber de la muerte de Alejandro, cuentan que no volvió a hablar ni a comer hasta su propia muerte poco después.

        Los templos romanos tenían grandes estatuas de Alejandro entre las de sus dioses, como si éste fuera uno más de ellos.

        Un abrazo.

      2. Este fue uno de los hechos más controvertidos en su vida pues la ciudad de Persépolis (capital del Imperio Persa) no era precisamente una de las ciudades que más oposición iba a plantar al paso del ejército macedónico y por tanto es difícil de justificar tanta violencia. De hecho fue la primera vez que dejó actuar libremente a su ejército para su saqueo una vez conquistada, sólo les puso dos condiciones: respetar los palacios reales y no ser crueles con las mujeres.
        Las versiones de los historiadores son muy diversas y los contemporáneos al propio Alejandro son tachados de tener una visión sesgada de la realidad entre otros por motivos políticos. El devastador incendio que la destruyó para siempre lo argumenta el historiador Plutarco por un impulso emocional secundario a una noche de borrachera y por la influencia de una cortesana, aunque al día siguiente se arrepintió. Otros lo argumentan por una venganza de la destrucción de Atenas durante las Guerras Médicas bajo el reinado de Jerjes I.
        Gracias por tu aportación histórica que sin duda es uno de los capítulos más importantes en la biografía de Alejandro Magno. Persépolis merece una entrada destacada más adelante y así me lo apunto.
        Un abrazo y mil gracias.

  7. Un nuevo, interesante y bien documentado artículo Francisco, como siempre. Es bien sabido entre mis amigos que no soy muy fan de Alejandro, pero eso no quiere decir que no me apasione su figura histórica. Respecto a su tumba, por una parte me gustaría que se encontrara, pues seguramente llegaríamos a conocer las circunstancias de su muerte. Sin embargo, la arqueología se quedaría sin uno de sus grandes misterios, y eso no estoy seguro nos gustaría a los aficionados de la historia.
    Enhorabuena por tu entrada y gracias una vez más por ilustrarnos de manera tan amena un tema de interés.
    Un cordial saludo.

    1. Hola Jesús,
      de todas maneras, aunque se acabara descubriendo este gran misterio, siempre quedarán muchos otros por resolver. Es lo que tiene la historia, siempre tan interesante, recóndita en ocasiones, inexplicable otras.
      Un saludo y buen inicio de semana.

  8. ciertamente muy interesante la historia, y tan buena como ella, la narrativa, que inmediatamente te atrapa . . felicitaciones por ese don de atraernos hacia la historia, donde muchas «historias» solo son cuentos para ocultar la verdadera historia. Pseudo historiadores que solo persiguen ocultar verdades.. me acabo de convertir en un fan tuyo. gracias!!

    1. Hola Frank,
      yo, como he dicho siempre (y es verdad), solo soy un aficionado a la Historia, como otro cualquiera, como lo puedas ser tú. Soy el primero que aprende mientras prepara los artículos y sobre todo con los magníficos comentarios de la gente. Espero que pueda seguir manteniendo tu interés con alguno de los posts antiguos y con los que seguiré publicando cada semana.
      Un saludo y gracias por animarte a comentar.

    1. Hola Abogado,
      como decía a Maribel, el tema atrapa por sí solo, y como todas las hipótesis siguen abiertas hasta que se descubran (que se descubrirán) nuevas pruebas de su paradero, creo que hace volar la imaginación de todo el mundo, desde el simple aficionado hasta el arqueólogo más experto.
      Un saludo.

  9. Soy un fan de la,vida de Alejandro,he leído mucho de El pero este misterio de su tumba es quizá lo más esperado en descubrimiento…sólo una pregunta…en su lecho de muerte vivía todavía su esposa…Roxana…? O es un mito y lo de Hefaistion …que?,lo siento pero me es imperativo conocer alguna conjetura más.

    1. Hola Marco Antonio,
      no creas que sé más que cualquier otro. Podría decirte que Roxana sí que vivía a la muerte de Alejandro e incluso tuvo un hijo póstumo suyo. Sufrió el acoso político pero su suegra, Olimpia, la protegió hasta que la asesinaron en el año 315 a. C., es decir, ocho años después de que muriera Alejandro. Mucho se ha escrito sobre Hefastión y dejo tu pregunta para que cualquiera pueda aportar su opinión.
      Un saludo y mil gracias por tu aportación a este tema tan apasionante de la Historia.

  10. Como siempre me embeleso con tu modo de contarnos las historias. Unes erudición y amenidad ,y no es frecuente. Pero permíteme que yo confíe en que algunos misterios nunca dejen de serlo.
    Gracias

    1. Hola Maite,
      gracias por tus palabras que recojo y me animan a continuar. Aunque debo reconocerte que de erudición… poco más que cualquiera de las personas que formamos esta comunidad, aprendo al igual que todos al preparar cada uno de los posts. En cuanto a lo de mantener el misterio creo que tienes parte de razón, todo lo desconocido es maravilloso.
      Un saludo y repito, gracias a ti por leerme.

  11. Siempre haces volar mi imaginación.
    Casi seguro de que hay un libro con palabras de Alejandro en sus últimos días. ¿Existe?, y si existe, ¿cómo se llama?
    FELIZ PRIMAVERA 😀

  12. Fantástico post, he leído mucho sobre Alejandro pero nunca es suficiente, a ver si cedieran en las pruebas de ADN y salimos de dudas, sería increible.

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