Dislexia, la ceguera de las palabras

El 8 de noviembre es el Día Mundial de la Dislexia, sí, lo sé, aún faltan unos cuantos meses pero me apetecía hablar sobre ella. Se trata de un trastorno del aprendizaje que afecta al 10 % de la población mundial y Steven Spielberg, Whoopi Goldberg, Steve Jobs, Jennifer Aniston y Cher reconocieron sufrirla, y otros personajes famosos como Leonardo da Vinci, Santa Teresa de Jesús, Galileo Galilei, Napoleón, Thomas Alva Edison y Winston Churchill presentaron ciertas dificultades de lectura y de aprendizaje, aunque no puede afirmarse que fueran disléxicos.

El origen

Los primeros sistemas de escritura primitivos aparecieron quizás hace 10 000 años y fueron evolucionando a medida que aparecieron las distintas culturas. Con la aparición de la imprenta se popularizó la lectura y la escritura entre un reducido grupo de eruditos e intelectuales. Con la Ilustración surgió la idea de generalizar la educación, algo que se implementó a finales del siglo XIX y será a partir de entonces que comenzará a identificarse en Gran Bretaña un gran número de niños con problemas de lectura.

Antes del siglo XVI se consideraba el corazón como el órgano donde residía el pensamiento y será a partir de entonces que comenzará a involucrarse al cerebro en ello. A principios del siglo XIX, los trabajos del médico austriaco Franz Joseph Gall sugirieron que cada parte específica del cerebro tenía una función determinada, y fue el médico y anatomista Pierre Paul Broca, quien localizó las áreas específicas del habla mediante estudios post mortem de pacientes que presentaban dificultad en la capacidad de comunicarse mediante el habla (afasia).

El primer caso dado a conocer de pérdida de la capacidad de leer fue descrito por el Dr. John Schmidt en 1676 y el Dr. W. Pringle Morgan, considerado por muchos como el padre de la dislexia moderna, publicó el 7 de noviembre de 1896 el primer informe sobre «ceguera de palabras» congénita. Llamó la atención de sus colegas, especialmente oftalmólogos, y comenzaron a referirse muchos más, destacando las publicaciones del Dr. James Hinshelwood. Un síndrome desconocido hasta entonces acababa de manifestarse como un problema médico de gran importancia en la sociedad.

El término dislexia (dificultad de lectura) se referencia por primera vez en 1872 por el profesor R. Berlin, y en 1877, el Dr. A. Kussmaul, propuso cambiarlo por el de «ceguera de palabras» al aparecer trabajos que localizaban la lesión responsable en el lóbulo parietal y en segmentos medio e inferior del lóbulo occipital izquierdo.

Un trastorno del aprendizaje

Hasta entonces la dislexia se consideraba una discapacidad adquirida por un trauma cerebral, sin embargo, también existe la dislexia que se desarrolla durante el crecimiento del niño. Hoy se sabe que tiende a ser hereditaria y puede estar relacionada con determinados genes que afectan en la forma en la que el cerebro procesa el lenguaje y la lectura, además de influir factores del entorno como la exposición a la nicotina, al alcohol y la prematuriedad.

En realidad no es una enfermedad, sino un síndrome que si no se trata precozmente puede originar problemas de aprendizaje ligados a los trastornos de lectura y lenguaje.

No hay dos disléxicos iguales y se manifiesta al presentarse dificultades para recitar el alfabeto, realizar rimas simples, nombrar letras y analizar los sonidos. Leen con dificultad, lentamente y no llegan a entender el significado de ciertas materias al no ser capaces de entender su significado a través de la lectura. El sobreesfuerzo que realizan estos niños hace que se fatiguen,  pierdan la concentración y se distraigan, algo que muchos padres y profesores vean simplemente como desinterés, y si se ignora puede llevar al fracaso escolar a pesar de tener una inteligencia normal.

No tiene cura, pero si se interviene precozmente, incluso antes de iniciar la edad escolar, los resultados mejoran. Existen unas señales que pueden indicar un mayor riesgo de presentar dislexia, como la dificultad a la hora de comenzar a hablar, recordar el nombre de las letras, los números y los colores, así como al aprender canciones infantiles. Una vez iniciada la edad escolar se evidencia un nivel de lectura inferior a lo esperable, dificultad para comprender lo que se escucha o para deletrear, evitando las actividades que impliquen leer. Se sabe que estos niños están expuestos a un mayor riesgo de sufrir trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y si no se diagnostica, ni se trata, los problemas de lectura continuarán en la adolescencia y en la vida adulta provocando una disminución en el rendimiento escolar, una baja autoestima, ansiedad y problemas de conducta.

Como en tantos otros síndromes o enfermedades, el diagnóstico precoz de la dislexia permite ayudar a estos niños. Pensemos en ella.

Para saber más:

Disfam.org

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Totesquatre

Información basada en el artículo La evolución del estudio de la dislexia, de Javier Gayán. Universidad de Colorado

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