La dinastía de los Escipiones, de la gens Cornelia, fue una de las más antiguas e influyentes familias de Roma. Generales y cónsules destacan entre sus destacados miembros que marcaron el destino de Roma tanto militar como políticamente durante siglos. Hoy os acercaré otro rincón de la Ciudad Eterna, un lugar no tan conocido ni visitado pero que concentra todo el poder de la Historia.
Así rezaba el epitafio de Escipión el Africano, el único general romano que derrotó a Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica. Y es que tras ser acusado de haber recibido sobornos abandonó Roma para no regresar nunca más. Según se cuenta, pasó sus últimos días en su finca de Liternum, cerca de Nápoles, ordenando que el día de su muerte fuera enterrado allí, fuera de su desagradecido país. Séneca pone en su boca estas palabras:
Ese es el motivo por el que en el mausoleo de los Escipiones falta uno, quizás el más ilustre de todos ellos.
Construido a inicios del siglo III a. C. por el cónsul romano Lucius Cornelius Scipion Barbato, fundador de la estirpe, en el tramo urbano de la Via Appia Antica, dentro de la Muralla Aureliana, antes de la Porta San Sebastiano, su emplazamiento en ese lugar no fue fruto del azar. La Via Appia se construyó para facilitar y apoyar la expansión de la dominación romana en el sur de Italia, siendo su constructor, el censor Appio Claudio Cieco, un firme partidario de la política imperialista de Roma. Es por eso que la familia Escipion quiso dejar su huella allí, apoyando esa idea de expansión abierta también a la cultura helenística.
En el siglo III d. C. el sepulcro fue destruido dando paso a otros edificios entre ellos un horno de cal durante el Medievo, redescubriéndose por casualidad en 1780 por dos religiosos, propietarios de un viñedo. El recinto se divide en dos partes: el complejo principal, más antiguo, de roca caliza, y una arcada de ladrillo. Destaca un columbario decorado con frescos y en la parte superior de la fachada hay tres nichos en los cuales se encontraban las estatuas de Escipión el Africano, su hermano Escipión el Asiático y el poeta Ennio (autor del poema Escipión). En total hay 30 nichos, todos Escipiones que vivieron entre principios del siglo III y mediados del siglo II a. C. con dos tipos de sarcófagos: unos monolíticos y otros (los más numerosos) en un hueco hendido en la pared cuya abertura se cubría con una losa con letras grabadas en rojo (loculi).
Las losas han sido trasladadas a los Museos Vaticanos junto con los sarcófagos más importantes, los de Escipión Barbado y el que se cree que perteneció a Ennio, dejándose una réplicas in situ. También allí se encuentran mujeres destacadas de la historia de Roma como la matrona Cornelia, hija de Escipión el Africano y Madre de los Gracos.
La ciudad adquirió a un particular en 1880 los terrenos donde se encuentra, cerrándose al público en 1992 por el riesgo de derrumbamiento y tras una breve reapertura en 2008 se volvió a cerrar para realizar una restauración que finalizó hace poco más de cuatro años. Desde finales del 2011 se puede volver a visitar, pero eso sí, con reserva previa y con un guia.
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Una novela:
La traición de Roma. S. Posteguillo. Ediciones B, Barcelona, 2009.
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