Desde los más remotos tiempos se pagaba a ciertas mujeres por ir a llorar la muerte de alguna persona. Lejos de desaparecer, esta práctica se sigue realizando en la actualidad en muchos países del mundo, son las conocidas como plañideras.
Encontramos referencias en el Antiguo Testamento cuando el profeta Jeremías dice que el Dios de Israel mandó a su pueblo a hacer venir lloronas que él nombra con el descriptivo nombre de lamentatrices.
Atended, llamad a las plañideras, que vengan; buscad a las más hábiles en su oficio (Jer, 9:17)
Aunque era una práctica extendida entre los antiguos cristianos, los padres de la Iglesia condenaron su práctica por ser mujeres paganas y por manifestar un dolor y un luto contrario a la creencia de la vida eterna y la resurrección.
Con el paso del tiempo las diferentes culturas las fueron incorporando en su ritos. En el antiguo Egipto esta profesión solía transmitirse de madres a hijas. Estas «Cantoras de la diosa Hathor» marchaban en grupo siendo las primeras en llegar a la casa del difunto. Vestidas con ropas de color gris azulado o blancas, con sus largos cabellos que presentaban unos mechones que llegaban a su espalda y caminando descalzas, acompañaban al difunto hasta su última morada. Se purificaban con natrón (carbonato cálcico) y se perfumaban con incienso, gemían dándose golpes en el pecho (en ocasiones al descubierto) mientras se tiraban tierra sobre la cara, cabeza y cuerpo, levantando las manos hacia arriba en señal de lamento, o hacia abajo, rogando por el alma del fallecido, a la vez que inclinaban insistentemente sus cabezas hacia adelante y hacia atrás. Formaban parte de un ritual en el que los cánticos, las danzas y el rezo de los sacerdotes preparaban el último viaje del fallecido.
Encontramos numerosas representaciones de ellas en el arte Egipcio, entre las paredes de numerosas tumbas como en la de la tumba de Ramose o en la de los escribas de Amón, Hori y Neferhotep, entre muchos otros.
Griegos y romanos conservaron estas tradiciones en las que encontrábamos más número de mujeres en el funeral cuanto más rico era el muerto. Entre los romanos destacaba la figura de la praefica, la principal de cada comitiva y que presidía a todo el grupo de plañideras marcando el tono de tristeza que se debía manifestar en todo momento. Tapadas con un velo llevaban un vaso conocido como lacrimatorio en el que recogían las lágrimas que derramaban para después colocarlo dentro de una urna junto con las cenizas del difunto.
Durante el Medievo en algunos países solían vestirse con colores vivos para honrar al muerto durante el luto contrastando con el negro de los españoles.
Como decía al principio, en nuestros tiempos sigue viva esta tradición en algunos países. En Sudamérica, en la Costa del Caribe, en China… y en las procesiones de Semana Santa en España, donde a pesar de la prohibición de la Iglesia se siguió practicando a escondidas en algunas ciudades rurales como en Extremadura, Galicia y Canarias.
Para saber más:
Las plañideras, nuestras últimas lágrimas. Fotos sorprendentes de Antonio Briceño.
La Buena Muerte un sorprendente lugar donde se ofrecen servicios de plañideras.
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