
Rahima Banu, una niña de dos años de edad de Bangladés, es el último caso de viruela en su tipo Variola major diagnosticado en todo el mundo, era octubre de 1975. Poco después, en 1977, se hizo público el caso de Ali Maow Maalin, un hombre de 23 años de Somalia, el último de Variola minor contraída de forma natural. El 8 de Mayo de 1980 la Asamblea de Salud declaró el mundo libre de esta enfermedad siendo, junto a la peste bovina, las dos únicas enfermedades totalmente erradicadas por el ser humano.

Aunque no es tan contagiosa como la gripe, el sarampión o la varicela, muchos consideran el virus de la viruela como el más letal de la historia siendo el responsable de la muerte de millones de personas durante miles de años, tanto en Europa -devastó a la población en el siglo XVIII- como en América, cuando la llevaron los conquistadores infectando a los indígenas, que carecían de inmunidad, ayudando a la invasión de los españoles y siendo probablemente la causa de la muerte del monarca inca Huayna Capac.
Se sabe de su existencia ya desde el año 10 000 a. C. provocando sucesivas epidemias, siendo la major la más frecuente y grave con una tasa de mortalidad que alcanza el 30 %. En la India, la atribuían a una «bendición» de la diosa Shitalá, acudiendo a adorarla cuando enfermaban provocando que aumentara su expansión al contagiarse tanto en fase prodrómica (antes de la clínica) como durante los primeros diez días del inicio de la erupción cutánea por contacto directo y prolongado, por los fluidos corporales infectados o por los objetos contaminados.
La sagacidad de un monje taoísta del siglo X d. C. hizo que ya entonces se practicara la inoculación preventiva de la viruela en la capital del imperio chino. Y siglos después, la británica Lady Mary Wortley Montagu observó durante un viaje a Turquía que las mujeres que se pinchaban con agujas infectadas con pus de viruela de las vacas no sufrían la enfermedad. En un acto de no poca temeridad, inoculó el pus primero a sus hijos, comprobando que no enfermaban, para después extender este procedimiento a otras personas. El éxito conseguido chocó frontalmente con la oposición de la iglesia y de la clase médica del momento, hasta que Edward Jenner desarrollara la vacuna en 1796, publicando dos años después su trabajo acuñando el término de variola vacccine (viruela de la vaca).

Han pasado casi doscientos años desde entonces, ganando por fin la batalla contra el virus. Un éxito médico sin precedentes gracias a la colaboración coordinada de los países. Aunque se acordó destruir el virus en su totalidad antes de finalizar el año 1993, esto nunca ha ocurrido, guardándose oficialmente dos muestras del virus en estado criogénico, en el Instituto VECTOR de Novosibirsk (Rusia) y en el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta (Estados Unidos), y es aquí donde se inicia la polémica: unos consideran imprescindible que no se elimine porque se sabía muy poco sobre la forma en que mutaba el virus (la vacuna se elaboró empíricamente, sin conocer con detalle su estructura o su forma de infectar), mientras que otros sugieren que esas muestras podrían ser utilizadas como armas biológicas, pudiendo provocar la muerte de cientos de millones de personas en todo el mundo hasta que no se dispusieran de nuevas vacunas, además ¿quién asegura que no hay muestras en algún otro lugar? En este sentido se manifestó el portavoz del Centro de Control de Enfermedades, Tom Skinner, que encontró en un almacén olvidado del campus del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, en Bethesda, 16 viales de cristal marcados con la etiqueta «viruela» en una caja llena de algodones.

Tras los ataques del 11 de Septiembre el temor a otro ataque terrorista hizo que el gobierno estadounidense fabricara vacunas suficientes para su población y algunos países han solicitado las suyas propias, no solo para el personal de riesgo sino para cubrir a todos sus ciudadanos. Quizás, si realmente existe un riesgo y para evitar en el futuro una demanda masiva en tan poco tiempo -inasumible por otra parte- todos los gobiernos que lo soliciten deberían disponer de la vacunas necesarias para afrontar tal situación, de lo contrario las consecuencias serían catastróficas.
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