El término ermitaño o eremita procede del latín y significa «del desierto». Hace referencia a la persona que decide vivir de forma solitaria y ascética, totalmente aislado de la sociedad que le rodea. No es una práctica exclusiva del cristianismo ya que también se encuentra en otras religiones como el budismo, el hinduísmo, el taoísmo y el sufismo.
Encontramos el precedente precristiano con los Terapeutas, una comunidad judía asentada en Alejandría, pero los primeros ermitaños cristianos aparecen entre finales del siglo III y principios del siglo IV, en Siria y Egipto, son los llamados «Padres del Desierto».
Tras la paz que impuso el emperador Constantino al adoptar el cristianismo como religión oficial del Imperio, unos pocos hombres optaron por una vida ascética, practicando una penitencia en ocasiones extrema, practicando el silencio, la oración y el trabajo.
Los primeros casos
–San Antonio Abad (251-356): monje cristiano fundador del movimiento eremítico. Su figura roza lo histórico y la leyenda, se dice que vivió hasta los 105 años. A los veinte vendió sus posesiones entregando el dinero a los pobres y comenzó a dormir en un sepulcro vacío de una comunidad local. Con el tiempo fue viviendo en la más absoluta soledad. En el siglo XII, sus reliquias se trasladaron a Constantinopla y se fundó la Orden de los Hospitalarios, bajo su advocación, dedicada al cuidado de los enfermos con males contagiosos como la peste, lepra, sarna… y estableciéndose en varios puntos del Camino de Santiago para poder atender a los peregrinos afectos. Es el patrón de los animales.
-San Jerónimo (340-420): Pasó 35 años en una gruta, junto a la cueva de Belén (actualmente en el foso de la Iglesia de Santa Catalina). Tradujo la Biblia al latín (la Vulgata) considerado como el texto bíblico oficial de la Iglesia católica romana hasta 1979. Patrón de los traductores.
–María de Egipto (344-422?): Tras dedicarse a la prostitución se retiró al desierto durante 47 años. Patrona de las mujeres penitentes.
–Simón Estilita (390-459): Representa el caso más extremo. Eligió como penitencia el vivir durante el resto de su vida (37 años) en una plataforma sobre una columna de 17 metros de altura. Se le considera el inventor del cilicio. A la izquierda podemos ver una plancha metálica que muestra a san Simeón Estilita sobre su columna. La serpiente representa al demonio tratando de tentarlo (siglo VI, Louvre)
-San Benito de Nursia (480-547): Fue el iniciador de la vida monástica en Occidente y fundador de la Órden de los Benedictinos. Escribió una regla que fue inspiración de muchas otras comunidades cuyo principal mandato era ora et labora. Su hábito de color negro hizo que el pueblo los llamara monjes negros, en oposición a los cistercienses, que llevaban una túnica blanca.
Las órdenes monásticas
En Occidente se comenzó a copiar esta estilo de vida oriental aunque de manera comunitaria y no tan aislada. Se consideraba este retiro como parte de su vida espiritual y de su entrega a Dios. Después, estas primeras comunidades pasaron a consolidarse como órdenes religiosas estables que mantenían la pobreza como principio básico. Los nombres que adoptaron tenían en consideración a estos primeros eremitas orientales, San Jerónimo, San Agustín, San Pablo…
En la actualidad
Un caso emblemático fue el de Carlos de Foucauld (1858-1916) que tras una vida de servicio militar, se convirtió al catolicismo retirándose al Sáhara argelino pero sin abandonar su ayuda a los más necesitados. Simboliza la renovación del eremitismo y la llamada «espiritualidad del desierto» del siglo XX.
Actualmente también hay muchos otros casos de personas que optan por este estilo de vida, probablemente más para aislarse de una sociedad consumista y egoísta que por motivos puramente religiosos.
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