El 23 de octubre de 1940 fue un día poco «productivo» para la maquinaria nazi y más concretamente para dos personas, Adolf Hitler y Heinrich Himmler. No me refiero a que perdieran ninguna batalla ni tampoco a que sus fábricas dejaran de fabricar armas, no, sino que tanto uno como el otro regresaron «de vacío» a Alemania tras su visita a España.
Ese día, Hitler se entrevistó con el general Francisco Franco en Hendaya, en el viaje más largo que nunca emprendería para entrevistarse con alguien. Su objetivo no era otro que conseguir comprometer la intervención española en la Segunda Guerra Mundial, algo que nunca se produjo porque el país se encontraba en una delicadísima situación social y económica tras la Guerra Civil. Este desencuentro hizo que en los meses posteriores Hitler pensara en Franco como un «hombrecillo ingrato y cobarde».
Simultáneamente, Himmler, que se encontraba unos días antes en Madrid para concretar las condiciones de esa reunión, se dirigió a Barcelona donde fue recibido en el aeropuerto por el alcalde, Miguel Mateu i Pla. Todas las calles de la ciudad se cubrieron de banderas nazis para recibirlo y tras almorzar en el lujoso hotel Ritz, se asomó en el balcón de su suite para saludar a la multitud que, entre vítores y aplausos, se agolpaba en la Gran Vía. Después, se dirigió a la abadía de Montserrat (a poco más de 50 kilómetros de distancia) pero, ¿cuál podía ser el motivo de que el líder de una organización integrada en las SS como la Deutsches Ahnenerbe y compuesta por arqueólogos y antropólogos al servicio del ocultismo nazi quisiera ir a ese monasterio? La respuesta la encontramos en su obsesión por encontrar el Santo Grial y conocemos los detalles de ese viaje gracias al testimonio del padre Andreu Ripoll Noble, que sesenta y dos años después, la recordó desde la residencia geriátrica de Barcelona donde se encontraba.
Himmler, obsesionado en demostrar que la raza aria era superior al resto, se ofuscó en encontrar esos mitos que no eran más que leyendas. Dirigiendo la Ahnenerbe desde el castillo de Wewelsburg, en Westfalia, recorrió el mundo en busca de esas reliquias que darían el «poder definitivo» al Tercer Reich para ganar la guerra: la Lanza del Destino, con la que el romano Longinos hirió en el costado a Cristo y que se suponía se encontraba en el Museo Hofburg de Viena; la Piedra de Scone, sobre la que se coronan los reyes de Inglaterra y que intentó robar de la abadía de Westminster, y la más codiciada de todas, el Santo Grial, utilizado por Jesús en la última Cena y que recogió su sangre mientras era crucificado.
Desde que se menciona el Santo Grial en el evangelio apócrifo de Nicodemo, ha habido numerosas referencias a él, especialmente en la literatura medieval franco-germánica y en la obra inacabada «Perceval o el cuento del Grial» (1190) de Chrétien de Troyes, que introduce el mundo mítico de la corte del rey Arturo y la búsqueda del Grial. Sin embargo, fue el compositor Richard Wagner quien, en su adaptación operística de la versión de «Parzival» de Eschenbach (siglo XIII), lo ubicó en los Pirineos. Muchos líderes nazis asistían al Festival Wagneriano de Bayreuth en julio, identificando el Montsalvat mencionado en «Parsifal» con la montaña de Montserrat (aunque algunos la buscaron infructuosamente entre las ruinas de Montsegur en Francia). Incluso es posible que años antes lo asociaran con la catedral de Valencia, pero se cree que unas semanas antes del estallido de la Guerra Civil Española, algunos judíos de Amberes encontraron al canónigo Elías Olmos de la catedral valenciana y le ofrecieron ocho millones de pesetas y un pasaporte para abandonar el país a cambio del Cáliz, que él preservó. Los nazis, siendo tan susceptibles como eran, descubrieron un mensaje encriptado en el canto místico catalán del «Virolai» de Mossén Cinto Verdaguer que reforzaba sus conjeturas: «… fuente mística del agua de la vida…«.
Los monjes no deseaban entrar en contacto con los nazis y tanto el abad titular Antoni Maria Marcet como su colaborador Aureli Maria Escarré no quisieron estar presentes en la bienvenida. Es entonces cuando le asignan el cometido al joven Andreu Ripoll que además sabía hablar perfectamente el alemán.
Ripoll recuerda que ese encuentro duró solo unas horas, pero en ese tiempo pudo comprobar la singular interpretación de Himmler sobre la Biblia al considerar a Jesús de raza aria y su inusitado interés por encontrar la reliquia. Mientras que el religioso quería enseñarle la abadía, el líder nazi no solo no mostró ningún interés en ello, sino que se negó a besar a la Virgen negra, la Moreneta, exigiendo ver todos los documentos relacionados con el Cáliz que estuvieran guardados en la biblioteca del monasterio.
Tras la visita se fue como vino, sin ninguna prueba de la presencia de la reliquia en ese lugar, pero el frío trato recibido por parte de los religiosos no pasó inadvertido a Franco, que les «llamaría al orden» por considerar que Himmler era una de las personas más importantes del Tercer Reich y debía ser tratado con más consideración.
Este singular encuentro es probable que permaneciera en el olvido a no ser por el testimonio, muchos años después, de Andreu Ripoll. Y es que tal como dijo Himmler a sus anfitriones… ¡todo el mundo en Alemania sabe que el Grial está en Montserrat! aunque aquí, en Montserrat, nadie sabía nada. 😉
Un video:
RTVE – ¿Buscaron los nazis el Santo Grial en España?
Para saber más:
Novelas:
Los Magos de la Guerra, de Óscar Herradón.
Himmler en Montserrat: en busca del Grial, de Miguel G. Aracil
La abadía profanada, de Montserrat Rico Góngora
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