El hijo de Carlos I de España y de Isabel de Portugal, Felipe II, nació en Valladolid en 1527. La gran figura de su padre y el poder que heredó le acompañó durante todo su reinado. Para unos fue considerado un rey prudente, para otros un fanático, probablemente no fue ninguna de las dos cosas, o quizá ambas, pero de lo que estoy seguro es de que no le resultó nada fácil ser el monarca más poderoso que pisó la Tierra.
Sus territorios relacionaron las culturas de los cuatro continentes conocidos y sus dominios le hicieron merecedor de ser el «Señor del Mundo». Su mayor triunfo fue completar la unificación iniciada por los Reyes Católicos y continuada después por su padre.
Recibió una severa educación de parte de su padre y esto probablemente influyó en su personalidad casi obsesiva, y entre documentos, reuniones y obligaciones reales tuvo tiempo para mantener una intensa vida amorosa. Desconocemos el nombre de muchas de sus amantes, y otras conocidas, como la flamenca Madame d´Aller, y especialmente, Isabel de Osorio, la amante con la que habría tenido dos hijos según los rumores de la época y que fue conocida como la «puta del rey» en Saldañuela, su pueblo de Burgos.
De las cuatro esposas que tuvo, cada una de un país diferente -Portugal, Inglaterra, Francia y Austria-, todas distintas entre ellas y todas emparentadas con el monarca en mayor o menor grado, descubrámoslas.
María Manuela de Portugal
Nació en 1527 en Coimbra y su enlace con Felipe II fue considerado «extremadamente solemne». María Manuela llegó a Salamanca en octubre de 1543, y el día de la boda, Felipe II acudió a la ceremonia «vestido todo de raso blanco, que parecía palomo blanco». Durante horas la pareja cenó y bailó en un ambiente privado, y a las cuatro de la madrugada el Arzobispo de Toledo les casó, retirándose después al aposento de la princesa. Solo tuvieron dos horas y media de «luna de miel» pues el monarca fue enviado a sus aposentos a expensas de Juan de Zúñiga, asignado por Carlos I para proteger la pureza de su hijo, incluso después de casado, al pensar que el sexo le debilitaría como hombre y como rey. En los días que duraron los festejos de la boda no faltaron las corridas de toros y los bailes populares, todo a cargo del Gran Duque de Alba. Según las crónicas, la describen como una «adolescente tímida y risueña, más gorda que flaca» y su matrimonio no resultó ser el cuento de hadas que se esperaba, de hecho, entre los dos no hubo esa «chispa» que sí tuvieron los padres de Felipe II. Se mostró frío con ella durante todo su matrimonio, hasta que María murió trágicamente tras el parto de su hijo el príncipe Carlos por unas fiebres puerperales, en Valladolid en 1545. Los historiadores no coinciden a la hora de decir si la relación que mantuvo con su amante, Isabel de Osorio, dama de compañía de la Emperatriz Isabel, culta, inteligente y bella que encandiló al monarca durante casi diez años, empezó antes o después de casado, pero lo que está claro es que Felipe II buscó fuera de su matrimonio lo que Juan de Zúñiga le vetaba por orden de su padre.
María Tudor
Reina de Inglaterra e Irlanda, nació en 1516 del matrimonio entre Enrique VIII y Catalina de Aragón. Como era habitual entonces su matrimonio con Felipe II en 1554 se concertó por razones políticas y religiosas. Mientras que Felipe II buscaba una alianza inglesa para aislar al rey de Francia, su eterno enemigo, María confiaba en el apoyo del Imperio español para que el catolicismo volviera a restaurarse en sus reinos.
Los allegados de Felipe II le indicaron que María era «fea, vieja, flaca y bastante rancia», por lo que veían esta alianza -y así se lo hicieron ver al monarca- como un gran sacrificio de Estado. Durante la boda en la corte londinense se alzaron los protestantes ingleses para oponerse a la alianza. Felipe II regresó a España en 1555 y no volvería a ver a su esposa más que en puntuales ocasiones. Durante los últimos años de su vida ella enfermó y recomendaron a Felipe II que volviera al lado de su esposa, o al menos, que la escribiera con más frecuencia, no parece que así lo hiciera. María murió en Londres, en 1558.
Isabel de Valois

Fue el gran amor de su vida. Hija de Catalina de Médicis y Enrique II de Francia, nació en 1546 en Fontainebleau. Inicialmente comprometida con el heredero del rey Felipe II, el príncipe Carlos, por el Tratado de Cateu-Cambrésis, al enviudar Felipe II de su segunda esposa se decidió su unión con el monarca. Tuvieron dos hijas, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. Isabel de Valois fallecería en 1568 tras el parto de su tercer hijo, un varón que murió pocas horas después.
Ana de Austria
Hija de Maximiliano II y María, hermana de Felipe II, el papa Pío V terminó concediéndole la dispensa matrimonial, pese a su negativa inicial por su cercana consanguinidad. El matrimonio se celebró por poderes en 1570 y en los diez años que duró nacieron cinco hijos de los que solo llegó a la vida adulta el futuro Felipe III. Una gripe sería la causante de la muerte de Ana de Austria en 1580 y el rey ya nunca más volvería a casarse.
Felipe II tuvo que lidiar en muchos frentes a la vez para mantener su imperio, sin lugar a dudas, sus alianzas matrimoniales le ayudarían en este objetivo. Tras una vida entera dedicada al trabajo y a luchar, tras enviudar en cuatro ocasiones, tras perder a seis hijos y tras sobrevivir a la mayoría de sus hermanos, cayó enfermo en El Escorial.
Muy bueno. Vaya suerte del Monarca…
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Hola Lina,
bueno, depende de cómo se mire puede ser suerte o desgracia. No creo que realmente encontrara la felicidad en este sentido.
Saludos y gracias por comentar 😉
Pues que nuestro «Bobón» hizo buenos a aquellos Austrias por muy enfermizos que fuesen.
Hola Astolgus,
la consanguinidad de la Casa de Habsburgo originó su peculiar prognatismo (más que evidente en el caso del rey Carlos II), pero cuesta imaginar cómo debió de ser tener el poder que acumuló Felipe II y su padre, y lo que representó su gestión. ¡Cómo para ponerse enfermo! ¡ja, ja, ja!
Saludos
Me fascina esta época de la Historia de España y especialmente todo lo relativo a este hombre y a su padre…
Gracias por seguir compartiendo, doc.
Besos.
Hola Mina,
una época tan crucial e importante de nuestra historia que la marcó para siempre. Coincido contigo, a mí también me fascina y me enorgullece.
Saludos