Cervantes tenía antipatía por Lope de Vega, Lope de Vega era amigo de Quevedo pero enemigo de Góngora y Cervantes, Quevedo odiaba a Góngora, y Góngora… bueno, quizás no se odiaban tanto como se decía.
Juan Boscán, Miguel de Cervantes, Fray Bartolomé de las Casas, Antonio de Herrera y Tordesillas, Garcilaso de la Vega y tantos otros han hecho que fuera una época irrepetible para la literatura española. Esto pocos lo dudan, pero en los últimos años han surgido estudiosos que cuestionan una legendaria enemistad entre Góngora y Quevedo, una hostilidad asumida quizás sin espíritu de crítica.
Luis de Góngora y Argote nace en la Córdoba de 1561. Sus padres pertenecían a la nobleza y con catorce años obtiene de su tío una renta de la catedral que le permitirá vivir holgadamente, siendo nombrado capellán real por Felipe III en 1617. Sin la presión del trabajo pudo dedicarse a charlar con lo amigos, escribir poesías y dedicarse al juego hasta que se arruinó y sufrió una apoplejía en 1627 que le provocará una amnesia irreversible. Con treinta años cumplidos viajó por toda España cumpliendo los deberes que le implicaba su cargo, y será en Valladolid donde buscará ese mecenazgo y donde conocería a muchos de los poetas que le estimularían en su carrera literaria. Su estilo, de léxico rebuscado e interminables versos, se enmarca dentro del culteranismo y esto hizo que se ganara numerosos adversarios.
Francisco Gómez de Quevedo Villegas era casi veinte años más joven que Góngora. Nació en Madrid y pertenecía a la baja nobleza. A diferencia de Góngora, su estilo era conciso y conceptual, representando el aforismo de Baltasar Gracián «lo bueno, si breve, dos veces bueno». Bajo el seudónimo de Miguel de Musa satirizó el estilo de Góngora (quizás para darse a conocer) y este le respondió:
Musa que sopla y no inspira
y sabe que es lo traidor
poner los dedos mejor
en mi bolsa que en su lira,
no es de Apolo, que es mentira…
A partir de aquí comenzó la supuesta disputa. Góngora le trataba de «patán ignorante» y se refería a él como «Francisco de Quebebo» pues era sabido su gusto al vino. La respuesta de Quevedo era la de tacharle de «clérigo huraño, homosexual y amigo de los naipes» aunque el mayor de los insultos sería al supuesto (y más que probable) origen judeoconverso:
Yo te untaré mis obras con tocino, porque no me las muerdas, Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla.
… o el soneto que (presuntamente) le dedicó «A una nariz pegado», haciendo referencia a su destacada nariz aguileña, signo del pueblo israelita.
La experta hispanista Amelia de Paz, en un estudio hecho para el Instituto Cervantes, considera que Quevedo «tenía una profunda admiración por Góngora ya que cuando empezó a escribir Góngora era ya un poeta muy conocido en la Corte». Según de Paz y otros estudiosos, los versos satíricos del siglo XVII corrían por diversos ambientes y de forma anónima y los académicos del siglo XIX teorizaron sobre estos sonetos haciendo un mito y un bulo que fue creciendo hasta convertirlos en enemigos acérrimos dentro de una creencia colectiva. Sonetos que, por otra parte, es difícil atribuírseles por su falta de estilismo y poco talento.
De hecho, Góngora nunca nombra a Quevedo, y la diferencia de edad no permite que escribieran esa poesía burlesca en el mismo período haciendo que la mayoría de los versos satíricos de Góngora hicieran referencia a un joven que no podía hacer sombra ni remotamente a alguien de su talla, y en aquellos tiempos, la diferencia de edad, era algo importante a tener en cuenta. Esto último lo refrenda también el académico de la Real Academia de Córdoba, Antonio Cruz.
Góngora, en los cuarenta y seis años de escritor y de los 418 poemas de Góngora y otros cincuenta también atribuidos a él, solo hay dos o tres en los que se podría pensar que están dirigidos contra Quevedo siendo «Anacreonte español, no hay quien os tope» el más significativo. Así pues, se hace difícil ver en ellos ese odio y lucha encarnizada. Según de Paz, en cuanto a la obra de Quevedo, de las diecisiete sátiras que se le atribuyen solo una es seguro de él «Quien quisiere ser culto en solo un día» y otras cuatro, posibles (entre ellas la que hace referencia a su origen judío).
No sé, quizás Góngora pensaba que Quevedo no se merecía ni un minuto de su tiempo pero el hecho de que el primer biógrafo de Quevedo, el abad Pablo Antonio de Tarsia, no mencionara nada al respecto solo dieciocho años después de morir el literato, es más que sospechoso.
Quizás habría que buscar esa rivalidad no entre personas sino entre estilos literarios, la dualidad conceptismo-culteranismo que decía al principio, pero sea lo que fuera, y aunque mucho se ha hablado de la rivalidad entre Góngora y Quevedo, lo más probable es que la verdadera rivalidad fuera con otro gran literato, Lope de Vega. Pero eso es otra historia…
Una novela:
Todo es de oídas (2014), de Amelia de Paz. Ed. Renacimiento
Para saber más:
Rivalidad Cervantes-Lope de Vega
Cruce de poemas Quevedo-Góngora
Biblioteca virtual Miguel de Cervantes-Obras de Quevedo
Centro de Estudios Quevedianos
Una entrevista a Amelia de Paz
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