A pesar de no haber presenciado el alunizaje, se puede considerar que una parte del reconocimiento le pertenece a él, ya que en su honor se denominó «Freud» a un diminuto cráter de impacto en la porción noroeste de la cara visible de la Luna.
En el cementerio Hoop Lane, ubicado en el barrio de Golders Green, al norte de Londres, tuvo lugar durante la noche de Fin de Año del año pasado, un acto vandálico peculiar y deplorable. Algunos delincuentes intentaron sustraer una urna que contenía los restos de Sigmund Freud y su esposa Martha. Afortunadamente, no lograron su cometido, aunque el recipiente que resguardaba sus cenizas sufrió graves daños. Esta no es una simple urna, ya que data de la antigua Grecia, específicamente del año 300 a.C., y su valor material e histórico es irremplazable. La vasija era propiedad de Freud y fue un obsequio de la princesa María Bonaparte, descendiente directa de Napoleón, quien ayudó a la familia de Freud a escapar de Viena.
Sigmund Freud (1856-1939) en realidad se llamaba Sigismund Freud hasta 1877, cuando decidió abreviar su nombre. Estudió en París con el neurólogo francés Jean-Martin Charcot para explorar las aplicaciones de la hipnosis en el tratamiento de la histeria. En 1886, publicó su obra más significativa, La Interpretación de los Sueños, sentando las bases para el psicoanálisis. Aunque sus hipótesis y métodos de investigación fueron criticados, nadie cuestiona su profundo impacto en los campos de la psicología y la psiquiatría.
En 1923, le fue diagnosticado un cáncer de paladar como resultado de su adicción al tabaco. Esta condición le causó un gran sufrimiento, ya que requirió someterse a 33 intervenciones quirúrgicas y utilizar incómodas prótesis palatinas que le dificultaron el habla. A pesar de estas dificultades, nunca dejó de fumar.
Siendo considerado un enemigo del Tercer Reich, sus libros fueron públicamente quemados, y a regañadientes, tuvo que abandonar Viena en 1938 para exiliarse en Londres. En la actualidad, su casa-museo en Maresfield Gardens, Hampstead, preserva su legado. Su estudio y biblioteca fueron conservados por su hija, Anna Freud, exactamente como él los dejó al fallecer. Allí, se puede contemplar el sofá en el que los pacientes se reclinaban cómodamente, mientras él, sentado en una butaca verde fuera de su vista, escuchaba y analizaba sus palabras. Además, se exhibe una gran cantidad de antigüedades de la antigua Grecia, Roma, Egipto y Oriente, ya que su pasión por el coleccionismo solo era superada por su adicción al tabaco.
El 23 de septiembre de 1939, ante la incapacidad de soportar el sufrimiento causado por el avance de su enfermedad, solicitó a su médico personal, Max Schur, que le administrara sedantes antes de fallecer. En último término, fue incinerado, y sus cenizas reposan junto a las de su esposa Martha en la urna profanada.
Para saber más
Sociedad Española de Psicoanálisis
La Interpretación de los Sueños (PDF)
Links imágenes
JHvW; Rup11; Mar del Sur ;
Deja un comentario